Hoy nos congregamos, aquí en la tierra sin mal, para celebrar los 185 años de la Fundación de la República de Bolivia, para celebrar 185 años de un proyecto común de nación que se inicia aquel 6 de agosto de 1825, en el cual los representantes de las llamadas republiquetas que habían luchado por la independencia, decidieron conformar una República soberana.
Una patria que vio a Sucre como el lugar de su nacimiento y que rescatamos por ser símbolo de nuestra historia común.
Si, en esta ocasión, este 6 de agosto, Bolivia, lo celebra en Santa Cruz, es sólo circunstancial. Nuestros corazones están en la tierra que vio nacer a la patria y que dio su sangre para sostener la República una y otra vez.
La Bolivia que nació en Sucre crecerá como quisieron nuestros próceres, será una República de justicia y de libertad.
Esto es algo que nunca debemos olvidar. La República, es la base fundacional del pacto de unidad nacional que todos los bolivianos y bolivianas debemos honrar, respetar y defender.
La República no es solo un nombre o una forma de denominar a los países. Es la relación orgánica entre el pueblo y su Estado.
Es una forma de organizarse en sociedad, de convivir en el marco de una nación, sobre el fundamento de principios y valores universales como la libertad, la democracia, el pluralismo, la justicia y la igualdad de todos los ciudadanos frente a la Ley.
La República garantiza la unidad y respeta la diversidad. En ella, el pueblo es el soberano y las autoridades están al servicio del pueblo.
La República se sostiene en la distribución equilibrada del poder. Toda Constitución republicana prohíbe la concentración del poder como principio universal de la democracia.
¿Para qué sirven todos estos principios, estas instituciones democráticas, estos pesos y contrapesos, estos equilibrios entre quienes gobiernan y los gobernados?
Para un solo fin: evitar el monopolio del poder y asegurar el respeto a los derechos humanos.
Por eso, quienes pretenden acabar con la República, en realidad atentan contra el principio de la unidad nacional, porque ahí nos unimos.
Aquellos políticos e intelectuales que propugnan su fin, sólo buscan el poder total y pretenden imponer el pensamiento único.
Pero están históricamente equivocados. Así, con imposiciones e intolerancias no se hace patria ni se logra la unidad.
Ocuparse de fomentar el odio y caer en la irracionalidad de llegar al extremo de entrenar militarmente a civiles para guerras contra enemigos inexistentes, No nos llevara a ninguna parte, salvo a una espiral de confrontación donde nadie saldrá victorioso.
Necesitamos paz y unidad, no guerra ni más división,
Necesitamos libertad y democracia por el bien común,
Necesitamos tolerancia, diálogo y consenso.
Necesitamos, justicia, inclusión y respeto a los derechos de cada persona,
Necesitamos oportunidades y progreso.
Y como somos sinceros y abiertos, tenemos que decir que a pesar de los 185 años transcurridos, no estamos contentos con el país que heredamos ni con el que hoy tenemos.
¿Cómo podríamos estarlo, en medio de tanta pobreza, injusticia, exclusión y atraso?
El compromiso con nuestra patria boliviana nos exige trabajar y luchar por una Bolivia diferente, que se integre día a día en el anhelo común por el bienestar de todos sus hijos.
Una Bolivia, en la que reconozcamos nuestras diferencias y aceptemos nuestra diversidad, la riqueza de nuestros pueblos y raíces indígenas, la maravilla fecunda de nuestro mestizaje.
En este día tan especial y con todo respeto y amor fraternal, le queremos hablar a nuestras hermanas y hermanos bolivianos.
La Bolivia del futuro, de la unidad y de la prosperidad para cada familia, es la Bolivia de las Autonomías.
Esa es la Bolivia que estamos construyendo en este Departamento Autónomo de Santa Cruz, con todos los hermanos bolivianos que decidieron venir, desde los cuatro puntos cardinales del territorio nacional, encontrando aquí la solidaridad, el amor, el respeto y las oportunidades que tanto buscaban.
Lo diremos y repetiremos siempre: todos quienes vienen a estos llanos orientales para trabajar, producir y progresar, son bienvenidos y serán recibidos por el abrazo integrador del pueblo cruceño.
Y serán cruceños y serán bolivianos porque ambos sentimientos son uno solo, así lo sentimos y así lo vivimos.
Hace poco más de un año celebramos en Sucre el bicentenario del primer grito libertario de América.
Lamentablemente, llegamos a esa fecha con una patria que no es todavía la que nos merecemos ni merecen nuestras hijas y nuestros hijos.
Confrontados, divididos, en algunos casos perseguidos, no podemos estar contentos con la realidad que hoy vivimos.
Peor aún, con la mayor parte de la población sumergida en la pobreza y el atraso, verdadera y real exclusión que oprime a millones de compatriotas.
Por eso, desde Santa Cruz, desde esta Gobernación, queremos proponerle a toda Bolivia, que nos tracemos un objetivo común para el Bicentenario de la fundación de la República de Bolivia, que festejemos todos juntos ese seis de agosto del 2025.
Que logremos una Bolivia, unida, justa, incluyente, moderna y progresista.
Que construyamos una democracia, en la cual todos nos sintamos respetados, incluidos e integrados.
Esa es la Bolivia Autonómica, que debemos construir para todos y con la participación de todos.
Autonomía que tiene como fin el progreso para cada departamento, para cada rincón patrio, para regiones como Potosí que merecen beneficiarse de sus recursos naturales para impulsar su desarrollo
Autonomía que tiene como principal motivo que administremos con transparencia y eficiencia los recursos del pueblo, para que cada familia, barrio, comunidad, pueblo y ciudad de Bolivia, tenga las condiciones de vida digna, que con justa razón hoy nos reclaman esos millones de bolivianos que aún sufren la pobreza.
Ese Gran Acuerdo por el Bicentenario de la República, es el que postulamos y trabajaremos para lograr con el consenso y la participación de todos los bolivianos.
Que no nos encuentre la historia una vez más como nos encontró el inicio de este siglo XXI, como nos encontró el bicentenario del primer grito libertario de América, y como No hubiéramos querido estar hoy.
Hasta el Bicentenario de la Republica, tenemos quince años para trabajar por Bolivia, por los más necesitados, por los más débiles, por nuestros pueblos indígenas, por los niños y por las mujeres.
Ese es el mejor honor que podemos brindar a nuestra amada tricolor, esa rojo, amarillo y verde, en la cual todos nos encontramos y sentimos representados.
Ese es el camino que debemos seguir en este siglo XXI.
Esa es la ruta hacia el futuro con el que sueñan cada boliviana y boliviano.
Ese es el futuro que debimos pero no pudimos dar hoy a quienes se fueron a otras naciones a buscar oportunidades.
Aprendamos del pasado. Reconozcamos los errores y las injusticias.
No los reiteremos ni caigamos de nuevo atrapados en las mismas miserias.
Ni retrocedamos hacia el pasado ni nos estanquemos en el presente.
Construyamos el futuro juntos.
Esa construcción, la de una Bolivia moderna es imparable, está teñida irremediablemente por los sueños de Santa Cruz, por ese cambio que hemos propuesto para toda Bolivia.
Nuestra revolución, la revolución del Patujú, es la expresión de nuestros mejores anhelos.
Esta revolución del Patujú tiene en la autonomía departamental, en ese sueño que Santa Cruz está conquistando día a día, uno de sus mejores instrumentos para hacer una sociedad mejor y más justa.
Lo hemos demostrado con la distribución de los recursos a los lugares donde más se necesitan.
Aún falta mucho por hacer en toda Bolivia y a veces el desafío parece demasiado grande y plagado de dificultades.
Sin embargo, la sonrisa y la alegría de nuestros niños, de nuestros ancianos y de quienes mas necesitan de nuestro apoyo, será la mejor recompensa que podamos recibir y el mejor homenaje que podamos brindar a nuestra amada República de Bolivia.
Que Dios bendiga a Santa Cruz,
Que Dios bendiga a Bolivia.
Muchas gracias,
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