Unas que te llenan de alegría, otras que te causan tristeza, unas que te dan buenas noticias y otras que invitan a la guerra. Claro que hay cartas que matan, como hay cartas que hieren y algunas que provocan pasiones encontradas, son cartas, las cartas que esperas y que a veces nunca llegan.
La carta y el cartero, el mensaje y el mensajero se complementan y actúan de acuerdo, para repetir, para entregar o para compartir su contenido. Y cuando este contenido es político, sus efectos pueden ser multiplicadores. ¿No fueron los bandos una forma de enviar mensajes a la conciencia?, ¿no fueron los panfletos feroces papeles que atacaban con más furia que las bayonetas? Y sus autores se cuidaban de ser descubiertos.
Hay ideas que engrandecen y que convocan a mejorar la vida, pero hay otras que buscan sembrar el odio y la muerte. Claro que las ideas matan.
Por eso ciertos desafíos al debate, deben ser aceptados. El que tiró el guante ahora debe recoger el otro que le acepta. Para desnudar su cinismo y para descubrir el rostro tras el cual se oculta la cara de la venganza que quiere convertirse en justicia.
No hay justicia en medio de la sangre, solo hay sangre. Y la muerte que se quiere trocar en trofeo es propia de los asesinos cobardes, que usan la sangre ajena para obtener el poder. Esos son los a los que hay temerles más. Porque viven entre sombras y cuando hablan ocultan su verdad con la mentira, presentándola como verdad.
Ya lo hicieron, ya lograron sacar a jóvenes, padres de familia y mujeres a las calles, a las carreteras, a los caminos para usarlos como punta de lanza. A eso le llaman liberación. Y luego cuando esas muertes sin sentido los encumbran, eso se llama revolución.
¿No nos parece la letra y música conocidas?
Porque nosotros lo vivimos, los paceños lo sufrimos, sentimos la bala, el gas, el humo de llantas quemadas, los gritos de guerra y los pedidos de renuncia. Ahora después de todo eso, estamos prisioneros en el valle que nos cobija, rodeados de movimientos sociales, de corruptos envueltos en máscara de dirigentes y de maleantes que usan el palo para golpear por dinero.
Se llaman héroes de octubre, golpean su pecho como gorilas ufanándose de haber cubierto las calles de muertos y haber sembrado el miedo en toda la república. Nos muestran sus chicotes y degüellan cachorritos indefensos para hacernos saber que les gusta la sangre. Esos son revolucionarios. Esos son los que dicen defender la vida.
Es la pobreza y la ignorancia los elementos que producen adhesiones al contenido de las cartas y a la invocación a la guerra. Guerra de desiguales, donde unos mueren y otros cobran la factura en nombre de los muertos.
A veces llegan cartas con sabor a muerte, con sabor a lágrimas.
La carta y el cartero, el mensaje y el mensajero se complementan y actúan de acuerdo, para repetir, para entregar o para compartir su contenido. Y cuando este contenido es político, sus efectos pueden ser multiplicadores. ¿No fueron los bandos una forma de enviar mensajes a la conciencia?, ¿no fueron los panfletos feroces papeles que atacaban con más furia que las bayonetas? Y sus autores se cuidaban de ser descubiertos.
Hay ideas que engrandecen y que convocan a mejorar la vida, pero hay otras que buscan sembrar el odio y la muerte. Claro que las ideas matan.
Por eso ciertos desafíos al debate, deben ser aceptados. El que tiró el guante ahora debe recoger el otro que le acepta. Para desnudar su cinismo y para descubrir el rostro tras el cual se oculta la cara de la venganza que quiere convertirse en justicia.
No hay justicia en medio de la sangre, solo hay sangre. Y la muerte que se quiere trocar en trofeo es propia de los asesinos cobardes, que usan la sangre ajena para obtener el poder. Esos son los a los que hay temerles más. Porque viven entre sombras y cuando hablan ocultan su verdad con la mentira, presentándola como verdad.
Ya lo hicieron, ya lograron sacar a jóvenes, padres de familia y mujeres a las calles, a las carreteras, a los caminos para usarlos como punta de lanza. A eso le llaman liberación. Y luego cuando esas muertes sin sentido los encumbran, eso se llama revolución.
¿No nos parece la letra y música conocidas?
Porque nosotros lo vivimos, los paceños lo sufrimos, sentimos la bala, el gas, el humo de llantas quemadas, los gritos de guerra y los pedidos de renuncia. Ahora después de todo eso, estamos prisioneros en el valle que nos cobija, rodeados de movimientos sociales, de corruptos envueltos en máscara de dirigentes y de maleantes que usan el palo para golpear por dinero.
Se llaman héroes de octubre, golpean su pecho como gorilas ufanándose de haber cubierto las calles de muertos y haber sembrado el miedo en toda la república. Nos muestran sus chicotes y degüellan cachorritos indefensos para hacernos saber que les gusta la sangre. Esos son revolucionarios. Esos son los que dicen defender la vida.
Es la pobreza y la ignorancia los elementos que producen adhesiones al contenido de las cartas y a la invocación a la guerra. Guerra de desiguales, donde unos mueren y otros cobran la factura en nombre de los muertos.
A veces llegan cartas con sabor a muerte, con sabor a lágrimas.
1 comentario:
La persona a la que hacen referencia es Dante Pino Archondo? el que fuera uno de los asesinos intelectuales de la masacre del pueblo en el 2003? Pues si es el, vaya desfachatez de seguir hablando y dando opiniones. La justicia tarda pero llega.
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