Opinión de Cochabamba, el popular diario cooperativo dedica sus mejores letras
A la memoria de Mons. Rosales con amor y respeto
En este momento doloroso, en que Mons. Wálter Rosales nos deja, queremos decir que nuestra gratitud y amor es permanente. Lo que nos dio este sacerdote ejemplar, forma parte de la personalidad trascendente de los bolivianos. En esa eternidad, él también estará, por la lógica de sus grandes cualidades, en el reino de Dios.
OPINIÓN cumple su deber rindiendo homenaje póstumo a Mons. Wálter Rosales, lo hace considerando los méritos y la calidad, ciertamente, admirable de este religioso dedicado, durante mucho tiempo, a la difusión de la doctrina cristiana, a la búsqueda de la justicia y de la paz. Es fundamental para la sociedad cochabambina establecer los grandes pilares, hitos o antecedentes que se necesitan para ser estructuras humanas sólidas, estables y en permanente evolución. Los pueblos que no tienen nada de qué enorgullecerse acaban avergonzándose de sí mismos y disolviéndose en la duda y en la inseguridad.
Mons. Rosales, en su dimensión humana, fue generoso, consecuente, capaz de darse a sí mismo por sus semejantes. Si pudiéramos realizar una encuesta para recordar lo que hizo este pastor de la humildad y, al mismo tiempo, de la grandeza, encontraríamos a mucha gente agradecida por la ayuda que recibió de las manos de este preclaro sacerdote, a políticos que fueron acogidos en los templos y en su domicilio, a gobernantes todavía admirados por la sabiduría y amplitud de sus consejos. Mons. Rosales fue un protector, un guía y, al mismo tiempo, siempre dispuesto a entender y a perdonar.
Como sacerdote, estamos seguros que fue ejemplar, nunca dejó de cumplir sus funciones, estuvo siempre en el lugar y en el momento adecuado y oportuno. Un religioso que hizo de la sotana un símbolo del cristianismo. Todavía lo vemos recorriendo calles, visitando hogares, participando en los grandes acontecimientos departamentales con su vestimenta típicamente sacerdotal. No fue opositor a la modernización, pero hizo lo que él creía importante, y lo hizo con plenitud, con tal convencimiento, que su conducta fue la expresión real de ideas convincentes.
Felizmente, los cochabambinos comprendieron y valoraron lo que fue y lo que hizo este servidor de Dios, en los momentos más tristes y difíciles, así como en los más alegres y fáciles. Seguramente, no hubo ni hay alguna entidad que no le hubiera hecho un homenaje, que no le hubiera agradecido. Todos los hogares cochabambinos y quizá bolivianos se sentían honrados con su presencia siempre alentadora, sabía entregar su compromiso con amor sincero.
Terminamos este homenaje, afirmando lo que al principio hemos dicho, la historia, la cultura, la personalidad de los pueblos está formada, obviamente, en primer lugar, por los principios y valores que profesan y, en ese marco, por los grandes acontecimientos realizados en busca de la perfección. Tanto en la formulación de los valores y principios, así como en la realización colectiva de las grandes obras, los individuos son insustituibles, mejor dicho, son los que le dan sentido a las movilizaciones sociales. Wálter Rosales es una de esas figuras en la que Cochabamba y los cochabambinos siempre encontraremos algo que aprender, algo de que sentirnos orgullosos. Él tiene un lugar en el reino de Dios.
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