La bonanza se ha ido
Hay una mole de cemento entre la maleza y un arroyo forrado de cemento por donde ya no nada ningún pez. Hay un parque de casi dos kilómetros atormentado por la bravura de la vegetación y hay varias obras que han quedado a medio construir, cubriéndose de moho y de telas de araña. En esta región del Chaco boliviano también hay malestar y preocupación en los ciudadanos de a pie y hay una billetera flaca en las arcas de las autoridades, símbolo de que la bonanza económica que provenía de los ingresos por la exportación de gas se ha venido a pique y, con ello, la ‘hemorragia’ de dólares ahora es cosa de un pasado que parece remoto.
Tan remoto parece que en Villa Montes, Yacuiba y Caraparí tienen que volver a aprender a vivir con el centavo justo porque el empleo cuesta conseguir. Las fuentes de trabajo en instituciones públicas y en empresas privadas son escasas.
“Antes cada municipio tenía Bs 1,5 millones para gastar por día”, coinciden las autoridades. Una fortuna que permitió llevar a cabo proyectos impensables y de una realidad mágica. A la generación de industrias le fueron ganando aguas danzantes, megaobras para escenarios de doma de potros y de jocheo de toros, pavimentación de afluentes y construcción de parques en zonas despobladas.
Ahora todos estos y otros detalles están saliendo a la luz, despertando la crítica de los habitantes, atizando la creatividad de las nuevas autoridades, que, ante la crisis económica, tienen que darse modos para pagar deudas pasadas, para el mantenimiento de obras recreacionales y para cubrir las demandas de otras necesidades que habían sido dejadas para después, creyendo que la inyección de dinero producto del gas iba a ser eterna.
“No todo ha sido malo”. Eso también dice la gente en la calle. La calle, en estos municipios, en su mayoría ahora es de cemento y por debajo del pavimento corren conexiones de alcantarillas o tuberías que llevan el gas domiciliario. En la tierra del gas las alabanzas y las críticas al dinero gastado conviven entre los habitantes. Muchos coinciden en que la falta de dinero se siente y que ha llegado el momento de hacer maletas o agudizar el esfuerzo para luchar en una crisis que parecía impensable.
Tan remoto parece que en Villa Montes, Yacuiba y Caraparí tienen que volver a aprender a vivir con el centavo justo porque el empleo cuesta conseguir. Las fuentes de trabajo en instituciones públicas y en empresas privadas son escasas.
“Antes cada municipio tenía Bs 1,5 millones para gastar por día”, coinciden las autoridades. Una fortuna que permitió llevar a cabo proyectos impensables y de una realidad mágica. A la generación de industrias le fueron ganando aguas danzantes, megaobras para escenarios de doma de potros y de jocheo de toros, pavimentación de afluentes y construcción de parques en zonas despobladas.
Ahora todos estos y otros detalles están saliendo a la luz, despertando la crítica de los habitantes, atizando la creatividad de las nuevas autoridades, que, ante la crisis económica, tienen que darse modos para pagar deudas pasadas, para el mantenimiento de obras recreacionales y para cubrir las demandas de otras necesidades que habían sido dejadas para después, creyendo que la inyección de dinero producto del gas iba a ser eterna.
“No todo ha sido malo”. Eso también dice la gente en la calle. La calle, en estos municipios, en su mayoría ahora es de cemento y por debajo del pavimento corren conexiones de alcantarillas o tuberías que llevan el gas domiciliario. En la tierra del gas las alabanzas y las críticas al dinero gastado conviven entre los habitantes. Muchos coinciden en que la falta de dinero se siente y que ha llegado el momento de hacer maletas o agudizar el esfuerzo para luchar en una crisis que parecía impensable.
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