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domingo, 1 de febrero de 2009

editor: aún cuando no compartimos enteramente con el criterio de OPINION, su editorial es un acierto. la única observación es que también en política hay excepciones y no se puede generalizar. también han habido y hay sin duda políticos honrados, serán los menos pero felizmente los hay, destacan como lunares frente a una gran masa politiquera.

La corrupción parece inseparable de la política partidista
La política, en sí misma, es amoral. La historia está hecha por los vencedores. Los filósofos, los moralistas, los santos nada tienen que ver en este juego violento. Claro que hay unos más inteligentes que otros, en la práctica de este dominio exaccionador. Hay quiénes cumplen su vocación perversa sin ningún disimulo.

A pesar de las proclamas moralistas y de la Ley Anticorrupción que se discute bulliciosamente en el Parlamento, lo que sucede en la administración pública no ha mejorado, absolutamente, en nada respecto del pasado mediato e inmediato. Los funcionarios públicos de todo rango, obviamente, con las excepciones que hacen más notoria la decadencia, utilizan una serie de procedimientos para acrecentar su poder, su dinero y su ubicación social. La ventaja de los regímenes populistas o autocalificados de izquierda, es que sus oponentes son muy limitados.Folletos, revistas y libros de toda calidad, constituyen la prueba más clara e inmediata de la habilidad de los “izquierdistas”, para acusar, calumniar y condenar. La derecha, si es que todavía existe, no escribe ni en su propia defensa. En esa relación de medios y posibilidades, los que se definen como revolucionarios son bastante prolíficos y, preponderantemente, tergiversadores de la realidad. Si lo que ahora sucede no fuera de su lado, seguramente, ya hubieran escrito muchos pasquines, folletos, inclusive libros.Hechos que son de conocimiento público, sucedidos últimamente, han pasado desapercibidos. La misma prensa publica una vez y no investiga profundamente. El desorden que parece inevitable en la dinámica de las presuntas transformaciones, es tan rápido que lo que sucedió sólo hace unos días parece corresponder al más lejano pasado. Una extraña concepción de lo que hace el hombre en política, permite justificar, casi todo, con el argumento de la liberación.Obviamente, la parte más ofensiva de la corrupción es aquélla en que grupos o individuos se apoderan de lo que corresponde a la sociedad, con lo que hacen más pobre a la gente. Los centros donde los nuevos burócratas actúan al impulso de sus ambiciones descontroladas son, preponderantemente, las aduanas, las empresas bajo control público, donde se mueven grandes cantidades de dinero, así como las reparticiones estatales que cobran tributos y realizan inversiones. Es en estos lugares donde se reproduce y prolonga la mayor deformación del orden estatal imperante.Por lo menos en el marco de cierto tiempo, no hay salvación posible. En ejercicio de la naturaleza evidente de la política, cada grupo, clase o partido que toma el poder, usa tal “maravilloso instrumento”, no sólo para imponer su voluntad, sino y principalmente para acrecentar su riqueza. En el razonamiento simple de los políticos actuales y de los anteriores, el poder político debe completarse con el poder económico. Estos activistas han aprendido que con dinero, todo o casi todo, es posible.

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