Tiempo de mesura

Presentada la réplica boliviana en La Haya el martes pasado, que ha sido algo de rutina, y transcurrido anteayer el Día del Mar con toda su parafernalia, se abre un espacio en el que tiene que imponerse la mesura y deben acabarse las estridencias. Eso tanto para Bolivia como para Chile, porque unos y otros nos estamos agrediendo de una forma poco conveniente donde el Twitter está jugando un rol diabólico.

Todos los bolivianos sabemos que la Corte Internacional de Justicia de La Haya no nos va a dar mar, así su fallo sea favorable a la demanda nacional. Sabemos que las decisiones de la Corte son muchas veces salomónicas, que tratan de dejar conformes a las partes en conflicto. En el caso que nos atañe con Chile, lo probable, si todo marcha bien, es que los magistrados de La Haya convoquen a unos y otros a negociar de buena fe una salida soberana al mar. Para que eso suceda no podemos estar en pie de guerra, aunque bien es cierto que existen muchas actitudes de nuestros vecinos que son abusivas, intolerantes, como es el incomprensible caso de los compatriotas que hoy están detenidos en una cárcel chilena.

Todos estamos persuadidos en Bolivia de que el retorno al mar es una política de Estado o que debería serlo. Si es así el partido oficialista, el MAS, debería guardar consideración con quienes son independientes u opositores, con la población en general. El Gobierno no debería apropiarse de la cuestión marítima montando escenarios donde se ‘aimarizan’ los actos, exhibiendo símbolos y ceremonias que no llegan a conmover al conjunto de la nación. El mar está en el alma de todos los compatriotas, efectivamente, y si el mar nos une, que el MAS no nos desuna. En una política de Estado la ecuanimidad tiene que imponerse por encima de todo.

El discurso de S.E. en la plaza Abaroa estuvo dentro de lo prudente, aunque se olvidó de algunos hitos en los esfuerzos de retorno al Pacífico como las notas del 50 y la negociación de Charaña. Pero salvando eso, que es responsabilidad de quienes le escriben sus discursos, el final de su alocución con el “¡patria o muerte!” ya no es un mensaje que en una fecha tan especial cohesione el sentimiento nacional. S.E. y el Gobierno deben de tener en cuenta que estos no son tiempos de eslóganes y que es la Cancillería, es decir, la diplomacia, la responsable de lo que suceda, y nada tienen que ver aquí ni la Conalcam ni las bartolinas ni los cocaleros. Si es así, no hay duda de que el apoyo nacional seguirá siendo rotundo.