En la disertación del Vicepresidente del Estado presentando el libro “Pensando el mundo desde Bolivia” afirmó, entre otras ideas, que quienes conforman “gobiernos revolucionarios” en la región presentan “proyectos de sociedad”, en cambio, la derecha “no cuenta con un proyecto de sociedad” y presenta sus “miserias” por ser “intelectualmente inútiles; económicamente ineptas y regresivas”; políticamente fallidas, pero mediáticamente muy eficaces”.
García Linera parece desconocer, por un lado, que los gobiernos no alineados en la corriente vicepresidencial presentan, de lejos, mejores guarismos sobre combate a la pobreza, mejor funcionamiento de sus instituciones en la lucha contra la corrupción, mucho mejores niveles de respeto a los derechos humanos y ni qué decir del respeto al voto ciudadano como pilar de los sistemas democráticos. Por el otro, muestran gran capacidad de renovación de liderazgo, inexistente en estos gobiernos de “cambio”.
Peor aún, el académico brasileño Emir Sader sostuvo en el mismo acto que el error en Brasil es “no haber democratizado los medios de comunicación y no haber democratizado el mismo Estado ni el Parlamento”, pero que no pierde la esperanza de que todo se superará en función al liderazgo del expresidente Luiz Inacio Lula da Silva (de la corrupción, nada).
Frente a esa negación de la realidad, hay tres acepciones de soberbia que aceptEn la disertación del Vicepresidente del Estado presentando el libro “Pensando el mundo desde Bolivia” afirmó, entre otras ideas, que quienes conforman “gobiernos revolucionarios” en la región presentan “proyectos de sociedad”, en cambio, la derecha “no cuenta con un proyecto de sociedad” y presenta sus “miserias” por ser “intelectualmente inútiles; económicamente ineptas y regresivas”; políticamente fallidas, pero mediáticamente muy eficaces”.
García Linera parece desconocer, por un lado, que los gobiernos no alineados en la corriente vicepresidencial presentan, de lejos, mejores guarismos sobre combate a la pobreza, mejor funcionamiento de sus instituciones en la lucha contra la corrupción, mucho mejores niveles de respeto a los derechos humanos y ni qué decir del respeto al voto ciudadano como pilar de los sistemas democráticos. Por el otro, muestran gran capacidad de renovación de liderazgo, inexistente en estos gobiernos de “cambio”.
Peor aún, el académico brasileño Emir Sader sostuvo en el mismo acto que el error en Brasil es “no haber democratizado los medios de comunicación y no haber democratizado el mismo Estado ni el Parlamento”, pero que no pierde la esperanza de que todo se superará en función al liderazgo del expresidente Luiz Inacio Lula da Silva (de la corrupción, nada).
Frente a esa negación de la realidad, hay tres acepciones de soberbia que acepta el Diccionario de la Lengua Española que se pueden aplicar en este caso: “Altivez y apetito desordenado de ser preferido a otros”; “Satisfacción y envanecimiento por la contemplación de las propias prendas con menosprecio de los demás”; “Cólera e ira expresadas con acciones descompuestas o palabras altivas e injuriosas”, y todas conducen, cuando de política se trata, al abismo...
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