Algunos amigos me han contado que, en los 80 y 90, muchas familias iban a bañarse al río Rocha. Me dijeron que los mejores lugares estaban camino a Sacaba, más o menos a la altura del Castillo, donde había varias pozas. Todo el caudal del Rocha era un buen lugar para bañarse por sus aguas frescas y cristalinas. Hoy, no me explico cómo los cochabambinos hemos permitido que nuestro río sea una alcantarilla abierta. Si uno llega aCochabamba vía aérea, apenas baja del avión siente el olor de las contaminadas aguas. ¿No es acaso vergonzoso?
Recuerdo que los primeros años que viví en esta hermosa ciudad (década de los 90) tuve pocas oportunidades de visitar la laguna Alalay, pero las veces que fui quedé encantado porque era realmente un espejo. La contaminación de la laguna, cuyas aguas provienen del río Rocha, también es una vergüenza, una llamada de atención y una tarea pendiente.
En Cochabamba existen muchos ríos subterráneos. Los expertos dicen que son como venas que atraviesan el subsuelo del valle. Si se perforan pozos indiscriminadamente, como se ha estado haciendo, se rompen las venas, quebrando el equilibrio entre pozas y canales. Las aguas que alimentan a los ríos subterráneos provienen de la lluvia, sobre todo del agua que baja del parque Tunari. Justo a la altura de la cota 2.750 existe una planicie que permite la penetración del agua. Si se admiten asentamientos humanos, como se ha hecho en gestiones pasadas, perderemos una de las grandes fuentes de alimentación de aguas subterráneas. ¿No es esto una preocupación para los cochabambinos que sufrimos por la falta del líquido elemento y que luchamos en las calles por el acceso al agua?
Caminar por La Cancha se ha vuelto nauseabundo. Las calles huelen mal debido a la contaminación de las alcantarillas. La basura acompaña cualquier recorrido. Las verduras y las comidas seguro que están contaminadas. ¡Y no digamos que la culpa es de las autoridades!
Si uno sube al Cristo de la Concordia para contemplar la majestuosa ciudad del Tunari, se encontrará con una capa de smog que la cubre. El aumento del parque automotor, más las fábricas ladrilleras que no siguen normas ambientales, más la basura y la tierra han hecho que tengamos que respirar polvo, gas, humo y hasta partículas de heces.
En estos días hemos visto con un dolor profundo el desastre ambiental de K’ara K’ara por la combustión de llantas acumuladas por más de 10 años. No solo se trata del accidente concreto, sino sobre todo de la gestión de la basura. K’ara K’ara es un simple botadero, no tiene el rango de relleno sanitario porque no se realiza ningún tipo de trabajo con los desechos. Durante los últimos 20 años, los asentamientos han aumentado en los alrededores, producto de la pobreza y otros factores que nuestras autoridades no han atendido y resuelto en su momento.
El trabajo comienza por uno mismo, por el respeto que se debe a su propio cuerpo, a su propia calidad de vida. Luego viene la familia, con la higiene de la casa adentro y afuera; continúa en la comunidad con el respeto de la limpieza de las calles, con las construcciones y los desagües autorizados, con el uso prudente del agua. Si Cochabamba es nuestra casa, la casa común, como dice el papa Francisco, todos, y no solo las autoridades, debemos aportar y hacer de este hermoso valle un lugar equilibrado y armónico.
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