Me
resultó inevitable (el utilizar el popular “Evo”) hacerlo así porque ya no se
trata estrictamente de hablar sobre la persona sino de abordarlo como el
personaje envuelto en un escándalo de proporciones al que no le falta ningún
ingrediente –millones, política, proxenetismo, exhibicionismo, alcahuetería,
muerte, etc- para convertirse en una cotizada historia a plasmarse en un libro,
una película o una telenovela. La sordidez de la trama –la realidad, una vez
más, supera a la ficción- supera, con mucho, a todo cuanto se haya visto, leído
o escuchado hasta el momento.
Y
es que uno pensaba que después de lo sucedido con Catler-YPFB (corrupción y
crimen), narcouniformados (Sanabria, Nina), red de extorsión o, especialmente,
el Fondo Indígena (robo sin precedentes de colosales montos de dinero público
cometido por operadores del régimen).
Me
detengo en este asunto, porque hasta antes de conocerse el caso “cara conocida”
era, por sus características, el mayor caso de corrupción que se recuerde en el
país. ¡Y salió el Gran Affaire!.
Entre
mis aproximaciones a una obra tal, no puedo menos que asociarla a otras que, a
modo de parodia, podrían darle un toque melodramático. Por ejemplo, “Dos
mujeres, un caudillo”, en tributo a una de las más taquilleras telenovelas, o
“Sexo, mentiras y tuneo”, como homenaje a la cinta de 1989 de Soderbergh.
Pero
si se quisiera producir una obra más descarnada, el antecedente literario más
claro sería “Naná”, la novela de Émile Zola. Mire usted esta cita extraída de
la misma y dígame si no le suena pertinente: “Con ella, la podredumbre que se
dejaba fomentar en el pueblo ascendía y pudría a la aristocracia. Ella se
convertía en una fuerza de la naturaleza, en un fermento de destrucción, sin
quererlo ella misma, corrompiendo y desorganizando París entre sus muslos de
nieve”.
Hasta
podría sugerir un comienzo y dos posibles finales al relato. Empezaría con un
atolondrado funcionario palaciego vociferando telefónicamente: “Ni se te ocurra
abrir la boca; lo vas cagar a cagar al Evo y con él a todos nosotros y acabarás
volviendo al hueco de donde te sacó. Ya hemos arreglado la salida de Lázaro”. A
partir de esto se irían desentrañando las historias entrecruzadas del
escándalo, incluida la de “Lázaro”.
Entre
los finales posibles están el amable (para los protagonistas, se entiende) y el
dramático. En el primero, los personajes (incluso los secundarios) acaban
instalados en un exclusivo condominio de Dubai, con sus identidades y
apariencias cambiadas, manejando negocios billonarios. En el otro, buena parte
de los corruptos, incluido el jefazo, purgan larga condena en prisión de alta
seguridad, salvo la dama que, por su afán de notoriedad, destapó el caso, quien
logra huir del país y pasa los días entreteniendo a golosos asiáticos en un
club nocturno de Hong Kong.
Sin
morale(ja)s ni zapatillas de cuentos de hadas, así habrá concluido uno de los
episodios más escabrosos de nuestra época. Y, sin duda, habrá autores
dispuestos a echarle pluma.
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