En julio de 2007, el presidente Evo Morales, al ser entrevistado por un medio extranjero, dijo: “Si continuamos avanzando como ahora en 15 años igualaremos o seremos mejores que Suiza”. Lo repitió varias veces, inclusive en su mensaje de ese año ante el Congreso. Tras una década de gestión y casi ocho años de la promesa de equiparar Bolivia con la Confederación Helvética (CH), resulta válido comparar para ver si la expresión se está convirtiendo en realidad o no. Lamentablemente para nuestra querida Bolivia, duros números de la realidad muestran que aún estamos a distancia sideral de la ultradesarrollada Suiza.
Cualquier lector puede acceder al programa www.nationmaster y desde allí efectuar comparaciones entre distintos estados del mundo. Quien haga ese ejercicio verá por sí mismo las diferencias que nos separan de nuestros amigos suizos. Las cifras resaltan en las áreas de seguridad, educación, salud y educación. Ni hablar en términos de industria, servicios múltiples, finanzas y otros indicadores del progreso. La distancia es apabullante. Hasta con su marina mercante Suiza nos gana de lejos, pese a ser un país históricamente mediterráneo. Los buques suizos navegan por los siete mares, lagos interiores e hidrovías europeas. Nunca se los ha encontrado portando sustancias peligrosas o armas, como sucede frecuentemente con barcos bolivianos. Y eso porque, al contrario de Bolivia, la CH no vende bandera, administra soberanamente su propia flota. Las carreteras suizas son espectaculares y nudo de enlace de Europa occidental. En Bolivia, caminos de pésima calidad diariamente se caen a pedazos, a veces ni siquiera podemos contactarnos dentro del propio territorio.
La vara de Evo fue desproporcionada e irreal. En lugar de alardear hubiera sido mejor proponer metas asequibles. Igualar a Suiza en 15 años era y es misión imposible, peor si casi todo el tiempo se hace gestión política. Es el caso actual, donde en lugar de asumir los compromisos de una administración vigente hasta 2020, Evo Morales y el MAS se encuentran enfrascados frenéticamente en obtener una victoria en el referéndum del 21 de febrero para seguir en el poder forzando un cambio constitucional. Manosean la propia Constitución que ellos impulsaron.
Es loable emular e intentar superarse, pero haber puesto a Suiza como meta para el cercano 2017 fue algo absolutamente ilusorio. Sí precisamos, con urgencia, tener un país con mejores niveles de bienestar general que esté asentado sobre fecundo trabajo efectivo y cosas reales. Nada se logrará con retórica sin contenido.
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