Si bien en las elecciones subnacionales se eligen los gobiernos 
locales (alcaldes y concejales) y gobiernos departamentales (gobernador y
 asambleístas por territorio y población), está claro que el MAS en 
función de gobierno tiene hegemonía, pero también es evidente que el 29 
de marzo esa hegemonía se encuentra fragmentada a lo largo del país, por
 los resultados que se pueden apreciar en la elección que deja un sabor 
amargo a los conductores del proceso de cambio. 
El 
mensaje para el Gobierno es claro y lo reconoce el mismo Presidente, 
cuando dice que los paceños dieron un voto castigo a la corrupción, caso
 Patana en El Alto. Mencionó aspecto de “discriminación” en lo referido a
 Felipa Huanca en La Paz, mujer de pollera, pero que la base del 
problema está en el Fondo Indígena, en el que la Contraloría General de 
la República hizo referencia a malos manejos de recursos económicos. El 
culpable de esta acción sería el Contralor, que presuntamente quiso 
perjudicar a la candidata del MAS. 
A esta variable 
de malestar en el electorado, se suma la interpelación a la ministra de 
Desarrollo Rural y Tierras, Nemesia Achacollo, por la responsabilidad 
que tiene como autoridad gubernamental en el Fondo Indígena, en la que 
sólo tuvieron oportunidad de interpelar los miembros de su partido y 
ninguno de la oposición, de donde Achacollo concluyó su intervención con
 aplausos y felicitaciones, sin haber aclarado el fondo real del 
problema, además de la confianza ratificada por la cúpula gubernamental,
 aceptando una vez más acciones cuestionadas por la sociedad civil y los
 mismos movimientos sociales que son parte de la administración 
gubernamental. 
Pero, los errores suman y siguen y 
hay que atribuir al Presidente y al Vicepresidente, por haber amenazado a
 los partidos de oposición que, si ganaban las elecciones subnacionales,
 no trabajarían con ellos y no dotarían de recursos financieros para que
 desarrollen obras en beneficio de su departamento y municipios, pero 
además esta actitud se repite varias veces en diversos lugares del país.
 La ciudadanía se siente amenazada. 
Otro hecho que 
desemboca en voto castigo es la inhabilitación —justa, legal o no— de la
 candidata Rebeca Delgado, del frente Unico, por obra del Tribunal 
Supremo Electoral sobre la base de la Constitución Política del Estado 
Plurinacional de Bolivia, que señala que para postularse a la Alcaldía 
se debe tener una residencia de dos años en el lugar donde se quiere 
acceder a la Alcaldía, hecho que no se aplicó en las elecciones 
nacionales con el exministro de Gobierno Carlos Romero, que ahora es 
senador gracias a la transgresión de una norma superior. ¿Por qué a unos
 si y otros no? La respuesta es obvia. 
Asimismo, a 
pocos días antes de realizarse las elecciones subnacionales, la 
inhabilitación de Ernesto Suarez, de Unidad Democrática, además de 228 
candidatos en Beni, desencadena también en un voto castigo, porque deja 
en incertidumbre a la población. No se imprimen nuevas papeletas y 
tienen que votar en condiciones impuestas por el Órgano Electoral. 
Este
 hecho ocurrido en Beni ha sido calificado como inédito y nunca visto 
antes semejante situación, según Denis Racicot, el representante de la 
Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos 
Humanos, quien aseguró que “en los países de mayor seguridad jurídica, 
no se permite que a último momento se saque del proceso y la situación 
en Bolivia es que en muchos casos una persona puede votar por una foto y
 un nombre y en realidad se está votando por otro candidato”. 
Transcurridas
 las elecciones de autoridades municipales y departamentales, conocidos 
los resultados --aun no oficiales--, reflejan que el MAS tiene hegemonía
 en el Gobierno nacional, pero se encuentra dispersa y fragmentada en 
los gobiernos locales y departamentales, por errores propios, que se 
siguen sumando aún después de los comicios subnacionales. 
El autor es periodista y docente universitario. 
 
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