Qué sentido tiene entregarles computadoras a los maestros y a los estudiantes si Bolivia tiene uno de los servicios de internet más lentos y costosos del mundo. Hemos gastado más de 300 millones de dólares en la compra de un satélite y la situación no mejora ni tiende a hacerlo. Ecuador gastó menos de 50 millones de dólares en una red de fibra óptica de 32 mil kilómetros (tenía solo 1.200 kms.) que ha permitido llevar la banda ancha a más de cinco millones de personas y calculan que en el 2016 no habrá un solo rincón del país sin la cobertura.
Darles computadoras a esos chicos parece una burla, no solo por ese detalle, sino porque menos del cinco por ciento de las escuelas públicas del país tienen conexión a internet y en el mejor de los casos, las modernas herramientas servirán para jugar y usarlas como simples máquinas de escribir, como sucede con los equipos que les entregaron a los docentes, que todos los días ven el rostro del presidente muy bien impreso en el aparato.
Con la educación pasa casi lo mismo que con cualquier otro aspecto de la realidad nacional, simple proselitismo, propaganda y cálculo político. Se diseña una ley con un poco de todo, igual que la Constitución y se la aprueba con el consenso del sector más combativo de los maestros, porque al final de cuentas lo que interesa es que no haya huelgas y los niños asistan regularmente a clases a recibir su pócima diaria de descolonización, una versión moderna del viejo esquema de adoctrinamiento que siempre ha usado el estado.
El tema central es que no se apunta a la calidad, a la ciencia, la innovación y el emprendimiento y lo peor del caso es que el proyecto de país no tiene una correlación directa con lo que se enseña en las aulas.
Más del 70 por ciento de la economía nacional es informal y una gran porción es ilegal. Nadie necesita un título de bachiller o una licenciatura para vender ropa usada en el mercado, para sembrar coca o llevar diésel de contrabando. Y al estimular este esquema, el Gobierno no hace más que transmitirle un mensaje negativo a los estudiantes, a quienes ya se les dijo alguna vez que no hay que leer libros, que hay que meterle nomás, que es una suerte no haber ido a la universidad, etc.
Se estimula al país primario exportador, a la Bolivia extractivista, que vende sus materias primas sin transformar y con ello también se desincentiva la formación de capital humano especializado, altamente capacitado en tecnología, porque seguimos siendo importadores de todo tipo de máquinas y nos conformamos con ensamblar. Y esto no parece ser una casualidad o una simple torpeza, pues al mismo tiempo se han hecho esfuerzos por destruir los mercados de las manufacturas y cadenas productivas como la soya y otros rubros de la agroindustria.
El otro factor que no contribuye a generar un compromiso de la ciudadanía con la educación es la ausencia de la denominada “meritocracia”. El estatismo es un modelo que se impone en el país y todos sabemos que para conseguir un trabajo en cualquier empresa dependiente del gobierno, el primer requisito es la militancia política, a lo que se suma el absurdo de la restricción salarial, que no puede exceder el monto que percibe el presidente Morales. En esas condiciones, pensar en una educación moderna es simplemente una utopía.
La educación está muy lejos de convertirse en un factor determinante del progreso nacional y no tiende a mejorar por más que se aumente el presupuesto, por más computadoras, bono Juancito Pinto y todas las reformas y jugarretas a las que es sometido de manera constante el sistema, especialmente la escuela primaria y secundaria.
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