Ya se conocen las listas en borrador de los candidatos a asambleístas nacionales. Definitivamente no hay sorpresas y como siempre los insatisfechos y los frustrados sobran, pero lo más destacable es que en las listas del partido de Gobierno han aparecido nominados, con caras nuevas, los apologistas, cronistas y defensores del proceso de cambio, como un premio para ellos por la frecuencia, aplicación y puntualidad con la que agitaron las banderas azules. También ha llamado la atención la ya muy evidente práctica gubernamental de registrar a los masistas troyanos en las listas de los partidos opositores. ¿Quiénes son estos personajes? Son, pues, esos operadores azules que se introdujeron subrepticiamente en los partidos de oposición, con el rostro modificado y maquillados de antimasistas, siempre para sembrar intrigas y divisiones internas; o lograr el objetivo de ingresar en la lista de candidatos y una vez posesionados dentro de la Asamblea Legislativa Plurinacional, desenmascararse para volver con los brazos abiertos al redil azul y cumplir su función embustera.
Estas experiencias desgraciadas ya están registradas en la vida política de Doria Medina y que le provocaron la ruina en las elecciones de 2009. Lo que sí me parece inconcebible es que no haya aprendido la lección e involucre en sus egocentrismos a Rubén Costas, el líder cruceño y su eventual aliado; ese mismo a quien, no pocos paisanos del oriente, le señalan por haber pactado y firmado compromisos secretos con el Gobierno. Es que son escasas las voces que destacan su “madurez política” de renunciar a su candidatura presidencial y “respaldar la unidad” que hoy se materializa con el binomio Samuel-Ernesto. Haciendo las cuentas de manera adecuada resulta obvio que don Rubén nunca quiso ser Presidente, porque de gobernador cruceño no pasa y sólo le interesa cuidar su feudo, y mejor si este terruño está protegido, en abierta confabulación, con el altísimo de Palacio Quemado.
Lo que imaginé ver en las listas de los partidos y frentes eran las postulaciones de los ciudadanos de a pie, esos que viven día a día las verdades frágiles y cristalizan las evidencias humanas en este vasto territorio nacional; pero lo único que he confirmado es que sólo postulan esos súbditos ajenos que convalecen con mentiras, trueques y regateos tan propios de ese ámbito estrecho que se llama la vida política. Creo que todos los jefes, militantes y candidatos de partidos políticos han pecado nuevamente, sembrando lo mismo para cosechar los mismos resultados. Renovar los cuadros y las listas era la consigna. Mostrar las caras nuevas de los hombres y las mujeres de clase media, a los sensatos pobres, a los honestos propietarios que son la inmensa mayoría. Han preferido a los mismos zalameros y a los otros confabuladores, tan parecidos entre sí mismos.
Para eliminar este maldito pecado y a estos pecadores groseros, el único remedio es que el ciudadano común, los hombres y mujeres de buena voluntad, se expíen y los borren de sus mentes, porque mucho de culpa tienen por haber permitido este escenario ruinoso, y en un acto de purificación encomiable ya deberían participar en la vida política de forma más activa, sin callar las infamias. Por el momento, aquí Troya.
El autor es abogado.
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