El presidente Evo Morales ha comenzado su noveno año en el poder con un agotador discurso, de más de cuatro horas y media, ante la Asamblea Legislativa Plurinacional, en el que defendió su gestión de Gobierno, pero que, lamentablemente, dejó sabor a poco en cuanto a medidas propositivas concretas para el nuevo periodo que viene.
Con un fuerte tono de polarización ideológica, en que los buenos son los gestores y ejecutores del actual ‘proceso de cambio’ y los malos son los neoliberales que no hicieron nada en años anteriores al 22 de enero de 2006 cuando él asumió el poder, Morales aseguró que su mandato obtuvo resultados políticos y económicos superlativos para la conformación del nuevo Estado Plurinacional.
Morales olvida que buena parte de los logros económicos se deben al ciclo positivo que vive toda la región latinoamericana gracias a los altos precios de las materias primas.
Es cierto que la actual gestión tiene méritos en materia social con la reducción de la extrema pobreza y la ampliación de los sectores de clase media, pero también es real que Bolivia enfrenta hoy un marcado retroceso en materia de derechos humanos y libertades, producto de la concentración del poder.
Bien lo ha señalado el reconocido historiador argentino, Rosendo Fraga: “Con Evo Morales, hay un retroceso en la democracia boliviana”, en un contexto en el que “el populismo latinoamericano se está radicalizando”.
Justamente a los sectores de clase media apuntó Evo Morales con su alegato. Rebajas de precios en los servicios de telefonía e internet, inversión en más obras públicas y ampliación de beneficios crediticios fueron parte de las propuestas que buscan renovar, en un año electoral, el pacto político con la mayoría de los bolivianos.
La economía boliviana ha crecido, pero las brechas sociales vinculadas a la desigualdad en el acceso a los recursos siguen siendo un lastre que el actual modelo no ha logrado resolver.
La efectividad de varias medidas consideradas exitosas por Morales todavía está en duda, como la nacionalización de los hidrocarburos y la creación de empresas estatales, hoy deficitarias y marcadas por la corrupción.
Como dice Fraga, a diferencia de sus pares de izquierda Lula da Silva, en Brasil, y José Mujica, en Uruguay, Morales ha profundizado el atropello contra la institucionalidad democrática y el respeto al equilibrio de poderes. Morales habló largamente, pero dejó mucho más en el tintero sin responder para el último año de su mandato antes de las cruciales elecciones generales de octubre.
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