Luego de gustar y sentir en la propia interioridad la cultura del viejo mundo donde se cuida con especial esmero todo aquello que significa trascendencia, perennidad, obra humana selecta e historia, en cada nación, ciudad, pueblo, comunidad; luego de registrar la elevada educación de la sociedad del primer mundo, no puedo menos que renegar de todo el desastre que nos rodea en la contemporaneidad de nuestra Bolivia en su problemática existencia, sus enormes contradicciones y la ineficiencia de los responsables, en los diferentes niveles del ordenamiento institucional público.
Retirado por experto y culto el exOficial Superior de Cultura y Patrimonio, invitado a la renuncia, nada menos que por el secretario subalterno de la Alcaldía, con este acto vergonzante se vinieron abajo multitud de proyectos que venían plasmándose a corto, mediano y largo plazo. Imposible ahora enumerarlos porque en la mente de los nuevos responsables, debe primar otros horizontes más redituables de beneficio personal y sectario.
Tratando de evocar añejas vivencias visité la plaza 14 de Septiembre, otrora Plaza de Armas rodeada de bellos edificios, palmeras washingtonias centenarias, reloj catedralicio de notorio aspecto y puntualidad, campanario de añoranzas, palomas y pájaros que al ocaso rezan su presencia, fotógrafos de antiguo lente y gente amable paseando afectuosa por las galerías bulliciosas.
De pronto, sentado en un antiguo asiento de ruda y sucia madera, paseé la vista por el frontis de la actual Gobernación y en la esquina de la calle España, el frontis del hermoso edificio del Club Social Cochabamba.
En la interioridad de mis reflexiones recordé que la hermosa Prefectura guardaba historia de seres ilustres eternizados en una notable galería de retratos fotográficos desde el primer prefecto al penúltimo, en un acto de veneración y de ejemplar trasmisión de valores humanos proyectado a las futuras generaciones de ciudadanos de nuestro valle postergado en su progreso.
Sobre toda consideración, más pudo la violencia visual al observar que detrás de la fachada del Club Social se levanta en construcción un edificio comercial atentatorio a toda posibilidad de arte urbano. Aquel patrimonio donde nació don Francisco del Rivero, el héroe de Cochabamba, protagonista del 14 de septiembre de 1810, fue alterado en su belleza patrimonial por otra edificación “rascacielos” otrora símbolo de progreso, hoy es la vergüenza simbólica del lavado de dinero y narcotráfico.
¡Horror de horrores! Ya no existe la Galería de Prefectos, la visión de armonía plástica ha sido destruida por el capital postmoderno en boga, el reloj es descartable e impuntual, no existen más los fotógrafos artistas, las aves añoran viejos tiempos y la suciedad abunda por doquier. Los rostros humanos se ven adustos y malhumorados ante la enemistad, la exclusión social y la pobreza que campean, se perdió la sonrisa, la educación señorial y los buenos modales. Me siento un extraño habitante en el escenario de familiaridad afectiva ausente. No será posible continuar soñando con el Museo de Historia y Antropología en el excolegio mejillones, ni en el proyecto de arte rupestre del cerro San Pedro, ni en la protección del Archivo Histórico de la Prefectura, del Archivo Municipal, ni en el rescate de los cuadros y documentos robados de la Casa de la Cultura. Espectral silencio del Colegio de Arquitectos, artistas plásticos y ciudadanía. Al parecer, no existen normas patrimoniales. Sin embargo, me sustenta el evento próximo de cultura histórica a realizarse en nuestra ciudad organizado por el Lic. Luis Oporto Ordoñez. Se trata del Congreso Internacional de Historia Inmediata, entre el 28, 29 y 30 de noviembre, al que asistirá una dama insigne, Doña Edda Samudio, Doctora Honoris Causa, ella sí, de muchas universidades.
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