Resulta imposible encontrar en las crónicas historiográficas de América y el mundo, un hecho tan singularmente heroico como la gesta de la Colina (Coronilla) San Sebastián de Cochabamba, un 27 de mayo de 1812, escenario en el que mujeres altoperuanas se nimbaron de grandeza espiritual, reciedumbre moral y gloria por la libertad de la Patria.
Dicha fecha enmarca un acontecimiento insólito y patético de trágico desenlace, del que la misma España quedó asombrada y conmovida. Es que en ese día se dio una de las más sublimes lecciones de amor y civismo por las mujeres de éste valle que, libres de toda atadura personal, se inmolaron estoicamente en elevado altar en desigual lucha con el ejército realista, todo en medio de un entrevero inimaginable bajo un cielo otoñal, mudo testigo de su dolor, entrega, espanto y maldiciones, en tanto que la cima pedregosa y altiva se regaba con la sangre del martirio que hoy, como eterno resabio telúrico testimonia el épico coraje de aquellos corazones femeninos, los más de ellos anónimos, que henchidos de amor nos legaron su venerable sacrificio de suprema osadía en defensa de su terruño y la libertad contra el yugo peninsular.
En verdad, lo de la Coronilla no fue una algarada bravucona popular, fue la demostración expresiva de unidad colectiva ante el vasallaje peninsular cuya grandiosidad solo puede medirse por el innato amor maternal y elevación moral de la mujer boliviana que, en los momentos de peligro o cuando su hogar se ve amenazado, adquiere noble dignidad felina poniendo en juego su propia vida. Mas, visto ese incomparable acto de heroísmo desde el plano sociológico y humanista fue, indudablemente, una masacre cruel y aunque está inscrita entre los grandes episodios de la Guerra de la Independencia, tiene también trágica connotación genocida perpetrada por el Poder Colonial contra abuelas, madres y hasta niños que en el torbellino del momento que vivieron dejaron un excelso tributo a la tierra que los vio nacer sin pensar siquiera que su sacrificio fue realmente una acción precursora para la consolidación de la Independencia Americana.
Por ello, la Coronilla es un lugar de la utopía libertaria, un hito formidable de uno de los grandes intentos que insufló la idea de ser y querer ser libre e independientes a cualquier costo y por ello es un sitio que infelizmente no lo hemos valorado ni consagrado con unción y respeto, de la forma que lo hacen otros pueblos que aman y veneran sus glorias nacionales, haciendo de los lugares de batallas o de acontecimientos trascendentales tierra sagrada, ornándola con monumentos, leyendas y alegorías consagratorias de sus hazañas bélicas o culturales además de otorgarles seguridad y custodia institucional permanente con la finalidad de que queden en el memorial postrero de los pueblos cultos. Nosotros los bolivianos, lo decimos paladinamente, hemos caído en un no importismo de nuestras tradiciones y la obra de nuestros héroes, su contribución histórica en cada uno de nuestros pueblos, hay lugares históricos en el país abandonados y olvidados permanentemente, la causa tal vez es consecuencia de la vorágine política o de nuestra agitada y conflictiva vida social, la indiferencia es desde la escuela porque el civismo se ha ido esfumando paulatinamente, los niños y la gente común saben poco o nada respecto a quienes forjaron la patria, mucho menos quienes son los creadores de la institucionalidad nacional ya que son muy pocos los que escriben historia y más pocos todavía los que la leen. Un pueblo sin historia es un pueblo sin memoria ni esperanza...
En el caso de la Coronilla, debido a la estulticia administrativa, se ha depredado el hermoso monumento representativo del holocausto, se ha abandonado por años su entorno ecológico hasta el extremo de haberlo convertido en tierra de nadie o sólo refugio de malandrines y gente viciosa abandonada a su suerte. Ésta situación se ha mantenido hasta hace poco aunque sólo gracias al Bicentenario se le está dando circunstancial importancia. Hagamos votos para que pasada la euforia conmemorativa, la colina sacrosanta de gloria y muerte no vuelva a su proverbial descuido hasta el tricentenario...
En el día consagratorio rindámosles a las espartanas mujeres de la Coronilla el justiciero homenaje de gratitud que merecen y proclamemos sin reticencia el rol que Cochabamba cumplió en las luchas independentistas relievando, así mismo, el porqué la acción ejemplar de sus mujeres modificó en gran medida el panorama histórico de nuestra América, ello sin olvidar a las figuras representativas de Alejo Calatayud, al gran caudillo de los valles Esteban Arze, Francisco del Rivero, Oquendo y al protomártir Mariano Antezana, todos inmaculados portaestandartes de la Revolución Cochabambina, pensando siempre con la mentalidad de las mujeres de la colina y en su divisa que lo resume todo: “Sin libertad no hay patria”.
De la Sociedad de geografía, historia y estudios geopolíticos de Cochabamba
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