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jueves, 23 de junio de 2011

Luciano Doni Pamo reclama al menos 3 tareas de la Ministra Chacón...de lo contrario sería difícil que, textual: Chacón le taparía la boca a muchos ciudadanos y militares que sólo ven en ella a una muñeca vestida de azul, con su camisita y su canesú.
 

Cuando en abril pasado asistí (por la TV) a la posesión de una treintañera como la primera Ministra de Defensa de la historia boliviana (no sólo de la historia del Estado Plurinacional, sino de la República), me vino a la mente la imagen de dos mujeres. La primera, la de Juana Azurduy, la aguerrida chuquisaqueña que blandió su espada en las luchas independentistas. La segunda, ciertamente menos épica, la de Caperucita Roja. Siguieron, luego, las opiniones públicas más en contra que en pro de esta designación. Yo preferí no adelantar mi juicio y mantenerme atento a los primeros resultados de su gestión. (Recaudo con el que hoy se presenta cada autoridad cuyo nombramiento es cuestionado).
Aunque ha pasado poco tiempo, debo confesar que mi buena corazonada sobre el carácter y el porte de esta mujer briosa se están desvaneciendo. Hoy me parece que no es ni Juana ni Caperucita, mucho menos una loba feroz. Aparte de verla con el brazo izquierdo levantado en todo acto oficial al que asiste, de darle el pésame a las madres de los marineros ahogados en el Abuná y de repetir el nuevo libreto de la reivindicación marítima, creo que el de la Ministra está lejos de ser un aporte significativo en estos tiempos. Nadie espera que ella recupere el mar o que vuelva a Bolivia una potencia bélica, pero sí, con ese su ímpetu, que impulse en su agenda ministerial varios de los temas que sus predecesores, hombres y mayores (viejos lobos de mar), no se animaron a encarar.
Primero, la joven Ministra debería promover que la Asamblea Legislativa adopte una norma que regule el servicio militar obligatorio. La mayoría de los bolivianos, especialmente los conscriptos, al igual que sus madres y padres, desconocen que el servicio militar en Bolivia se presta sin una ley que lo administre. En enero de 2006, el Decreto Ley 7755, que normaba el servicio militar, fue abrogado por el Tribunal Constitucional (sentencia 7/2006), órgano que exhortó al Legislativo a adoptar una ley sustitutiva que, hasta ahora, no ha sido aprobada. Quiero pensar, sinceramente, que la Ministra desconoce esta situación, como desconocía que el militar de uniforme kaki con quien compartía un palco hace unas semanas era Ahmad Vahidi, nada más y nada menos que un sujeto buscado internacionalmente por delitos de lesa humanidad.
Segundo, la Ministra debería instruir a la jurisdicción militar abstenerse de interferir con la jurisdicción ordinaria en casos de violaciones a los derechos humanos. La jefa de la defensa nacional debería cumplir y hacer que se acaten las recomendaciones del Defensor del Pueblo (caso Poma) y demandar la aplicación de la sentencia 664/2004-R del Tribunal Constitucional. No es admisible que en pleno siglo XXI, nuestras FFAA y, por lo visto, el Ministerio de Defensa sigan pensando que la jurisdicción castrense tiene competencia para juzgar este tipo de crímenes.
Tercero, la joven Ministra debería ordenar al Alto Mando Militar que sea serio en el cumplimiento de su obligación legal y moral de poner a disposición de la justicia y de los familiares de las personas desaparecidas y ejecutadas en tiempos de la dictadura, toda la información documental que permita a los investigadores esclarecer esos hechos y dar con el paradero de las víctimas.
Por su corta edad en aquella época, la memoria de la ministra no sólo era frágil, sino nula para registrar los cruentos martirios que sufrieron cientos de bolivianos perseguidos por la bota militar. Mientras la pequeña Cecilia regurgitaba leche, otros regurgitaban sangre, entre ellos varios de los hermanos, madres, padres y amigos de quienes ahora son sus colegas de Gobierno.
Si la Ministra se ocupara aunque sea de uno solo de estos tres temas, no solamente que para honor suyo y de las mujeres bolivianas podrían abrírsele las puertas de la historia, sino que Chacón le taparía la boca a muchos ciudadanos y militares que sólo ven en ella a una muñeca vestida de azul, con su camisita y su canesú.
 
El autor es abogado

1 comentario:

Anónimo dijo...

Parece ser lo habitual: poner a las más ineptas en inusitados sitios de poder, para utlizarlas con fines insondables. Ingenuas? Tal vez. Lo más seguro es que simplemente sean peguistas, que buscan un trabajo facil y bien pagado, aunque no hagan mucho.