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jueves, 6 de enero de 2011

las multitudes no tienen memoria son volubles y traicioneras

No creo en las multitudes

Mauricio Aira

El título no es mío, lo escuché por primera vez hace 45 años cuando el legendario Carlos Cervantes “El hombre de la Calle” leyó por Radio Illimani uno de sus célebres comentarios. No podría recordarlo con precisión, aunque me había impresionado hondamente por su gran contenido.

Fue una multitud que gritó su apoyo al Nazareno aquel día de Pascua en la ciudad de Jerusalén “Salve al Hijo de David que viene en nombre del Señor! Jallalla Cristo! (Hosanna) y le tendía alfombra de flores para que pasase montado en su borrico de un extremo a otro de la ciudad. Tan solo pocos días después esa misma multitud azuzada por los enemigos de la Verdad escuchaba a Pilatos. ¿A quién daré libertad a Cristo o a Barrabas? Un ladrón y criminal detenido en la cárcel Y la multitud gritó ¡A Barrabás! Y ¿qué hago con Cristo? Y la multitud sentenció ¡Crucifícalo! Y Cristo fue crucificado junto a dos ladrones en la cumbre del Gólgota.

Una multitud congregada en la Plaza Murillo aguardaba la derrota del tirano Melgarejo. Belzu desde el balcón presidencial recibía los entusiastas halagos ¡Viva el Tata Belzu! ¡Muerte al Tirano Melgarejo! Cuando de pronto abriéndose paso entre la multitud apareció un pelotón de soldados que traía preso al tarateño. Belzu a la multitud “voy a dar un abrazo al perdedor que se entrega a mis leales. Abrirle campo! “ y desapareció del balcón oyéndose a continuación una salva de fusiles. Se hizo el silencio y en su lugar apareció el caudillo que gritó “Belzu ha muerto. ¿Quién vive ahora?” y de la multitud salió un estruendo ¡ Viva Melgarejo! Y Melgarejo tiranizó al pueblo de Bolivia por algunos años más.

Las multitudes son amorfas, volubles, traicioneras y cambiantes. Actúan según la corriente y son desmemoriadas. No fueron estas que elevaron a Morales a las alturas del poder, que le halagaron hasta el agotamiento ¡Jallalla Evo! ¡Larga vida Evo! ¡Cien años al poder! Parece mentira que las mismas multitudes le hubiesen gritado por calles y plazas los últimos días del 2010, amenazadas por el hambre: ¡Traidor!, ¡Neoliberal!, ¡enemigo de los pobres! ¡Evo hambreador! ¡Evo vete a tus cocales! Y que incendiaron, destruyeron, provocaron pánico y temor

Historiadores relievan el papel de las multitudes en la vida de los pueblos. Le asignan un rol en el ascenso de tiranuelos que es determinante, aunque no pueden negar que gracias a las multitudes llegaron al pode Castro y Trujillo, Somoza y Perón que fueran legitimizados por procesos democráticos o sus remedos para permanecer en el poder. En la categoría están Batista, Pinochet, Bánzer, Videla, Stroessner, Noriega y Cedras, Arístede y Fujimori.

No obstante crece la esperanza de contar con un instrumento vital de gran peso en el plano ético, constitucional, que haciendo buen uso de disposiciones ya existentes por ejemplo en la Carta Democrática de la OEA (Organización de Estados Americanos) pudiera condenar a los gobiernos antidemocráticos cuando perdiesen el estándar estipulado en 1948, posterior a la conflagración que desangró a la humanidad sin exceptuar a las naciones del Continente Sur. Cuando es perturbado el orden democrático resulta una obligación para el colectivo de la OEA actuar aplicando correctivos de manera que no sea el mandato de las multitudes amorfas e irresponsables que dicte las normas, sino la conciencia democrática asentada en la majestad de la Ley y el Derecho.

Para la mayor salud de la democracia el régimen autocrático de Cuba acusa grandes cambios a partir del despido de un medio millón de funcionarios públicos, primera señal de su desmoronamiento. En Venezuela renace la esperanza cuando sus legisladores retoman parte del poder para corregir la ruptura del orden democrático manipulado por Hugo Chávez. No debería desalentar nuestra fe la circunstancia de haber actuado la OEA tan débilmente en los últimos conflictos de Honduras y Costa Rica. Los gobiernos Chile, Brasil, Perú, Uruguay, México, EEUU, Canadá que conservan su fuerza y su influencia en el seno de la OEA y que podrían cobrar un activismo determinante también en casos como el de Bolivia cuyo Gobierno pretende desconocer su CPE y actuar autoritariamente.

Las multitudes pueden corregir el curso de la historia democrática aunque también ser manipuladas.

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