Golpes bajos y otros golpes
Bolivia es el país de las revoluciones y de los golpes; por eso a nadie sorprende que se produzca uno más, en estos días turbulentos que corren. Y como en cualquier otro lado, hay una amplia gama de esos golpes, entre buenos y malos. Uno de los buenos lo llevó a Evo hasta el Palacio Quemado, “sin saber leer ni escribir”, como quien dice. (“Yo no pensaba ser nunca presidente”).
¡Ya casi 35 años de democracia sin golpes! En una entrevista, le preguntaron a una socióloga que si por las cosas que hace el gobierno no se producirá otra vez el ruido de sables en los cuarteles, como antaño. Y ella respondió que no, “porque las condiciones no están dadas para ello”. Tal vez ya no al estilo tradicional, con tanques y soldados en las calles. Pero es posible que haya cambiado de apariencia. La “estrategia envolvente” debió ser un golpe a la ingenuidad.
En política no se puede estar tan seguro de nada ni de nadie: “Confianza ni en la camisa”. Puede ocurrir lo inesperado. En 1979, el periodista Carlos Mesa al ver esa “demencial” aventura de Todos Santos pensó que ya no se repetiría nunca; pero apenas pasaron unos meses y Luis García Meza desalojó del Palacio Quemado, mediante otro golpe, a la presidenta Lidia Gueiler. Otro, en plena campaña del Chaco Busch y Peñaranda protagonizaron el golpe contra el presidente Salamanca; es el famoso “corralito” de Villa Montes. En premio, los dos fueron presidentes.
Y nada raro que se esté urdiendo ahora otro golpe, esta vez a la democracia, como han denunciado los opositores. Según ellos, el gobierno ha empezado a ejecutar la decisión tomada en Montero. El “segundo tiempo” del 21 de febrero está en marcha. Les duele el haber perdido esa elección. Apostaron fuerte, hasta prometieron respetar el resultado. Y el soberano les negó. Por lo tanto, el artículo 168 de la CPE no puede modificarse. Ellos no quieren ir a llorar al río, como aconsejaba Alfredo Rada a los opositores. Han recurrido –como es natural– a los jueces de su tribunal.
Después de admitir la demanda interpuesta contra la CPE y los preceptos normativos del TSE, el Tribunal Constitucional Plurinacional revisará el fondo del recurso abstracto de inconstitucionalidad. Será todo lo abstracto que se quiera, pero lo concreto es que Evo quiere cumplir su promesa: “Hermanas y hermanos, no estamos de paso; hemos venido a quedarnos”. Y el tribunal de marras, ese que estaba en coma, lo apoyará a rajatabla. Curiosamente, no había sido tan ineficiente como se le estigmatizó. Aunque ya están de salida, quieren ser leales hasta el final.
Empero, la perspectiva es incierta. En 1964 se repitió la experiencia de 1951. Ganó las elecciones el MNR y la rosca anuló el resultado, luego vino el 9 de abril. Alguien cercano a Víctor Paz vaticinó que el prorroguismo en Bolivia es “quencha”. Debe ser verdad, el vicepresidente Barrientos le hizo el golpe a su propio presidente. Así son las cosas.
El autor es escritor, miembro del PEN Bolivia.
¡Ya casi 35 años de democracia sin golpes! En una entrevista, le preguntaron a una socióloga que si por las cosas que hace el gobierno no se producirá otra vez el ruido de sables en los cuarteles, como antaño. Y ella respondió que no, “porque las condiciones no están dadas para ello”. Tal vez ya no al estilo tradicional, con tanques y soldados en las calles. Pero es posible que haya cambiado de apariencia. La “estrategia envolvente” debió ser un golpe a la ingenuidad.
En política no se puede estar tan seguro de nada ni de nadie: “Confianza ni en la camisa”. Puede ocurrir lo inesperado. En 1979, el periodista Carlos Mesa al ver esa “demencial” aventura de Todos Santos pensó que ya no se repetiría nunca; pero apenas pasaron unos meses y Luis García Meza desalojó del Palacio Quemado, mediante otro golpe, a la presidenta Lidia Gueiler. Otro, en plena campaña del Chaco Busch y Peñaranda protagonizaron el golpe contra el presidente Salamanca; es el famoso “corralito” de Villa Montes. En premio, los dos fueron presidentes.
Y nada raro que se esté urdiendo ahora otro golpe, esta vez a la democracia, como han denunciado los opositores. Según ellos, el gobierno ha empezado a ejecutar la decisión tomada en Montero. El “segundo tiempo” del 21 de febrero está en marcha. Les duele el haber perdido esa elección. Apostaron fuerte, hasta prometieron respetar el resultado. Y el soberano les negó. Por lo tanto, el artículo 168 de la CPE no puede modificarse. Ellos no quieren ir a llorar al río, como aconsejaba Alfredo Rada a los opositores. Han recurrido –como es natural– a los jueces de su tribunal.
Después de admitir la demanda interpuesta contra la CPE y los preceptos normativos del TSE, el Tribunal Constitucional Plurinacional revisará el fondo del recurso abstracto de inconstitucionalidad. Será todo lo abstracto que se quiera, pero lo concreto es que Evo quiere cumplir su promesa: “Hermanas y hermanos, no estamos de paso; hemos venido a quedarnos”. Y el tribunal de marras, ese que estaba en coma, lo apoyará a rajatabla. Curiosamente, no había sido tan ineficiente como se le estigmatizó. Aunque ya están de salida, quieren ser leales hasta el final.
Empero, la perspectiva es incierta. En 1964 se repitió la experiencia de 1951. Ganó las elecciones el MNR y la rosca anuló el resultado, luego vino el 9 de abril. Alguien cercano a Víctor Paz vaticinó que el prorroguismo en Bolivia es “quencha”. Debe ser verdad, el vicepresidente Barrientos le hizo el golpe a su propio presidente. Así son las cosas.
El autor es escritor, miembro del PEN Bolivia.
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