La solidaridad que se debe expresar al pueblo venezolano exige, por una parte, pedir a nuestro Gobierno que deje de apoyar un proyecto que ha perdido cualquier atisbo de servicio y sólo pretende mantenerse en el goce de poder
Un nuevo síntoma de cómo la crisis que vive Venezuela se agrava día que pasa es el documento que la Conferencia Episcopal de ese país ha emitido luego de alrededor de una semana de deliberaciones bajo el decidor título de “Mensaje urgente a los católicos y personas de buena voluntad”. Para evitar confusiones, comienzan citando al papa Francisco cuando afirmó que “en la voz de los obispos venezolanos también resuena mi voz”.

Luego de una introducción de contexto sobre la difícil situación que atraviesa la población venezolana, caracterizada por hambre, falta de atención en salud, represión , escalada de violencia, detención arbitraria de gente y uso de tortura y malos tratos, ataques a la Asamblea Nacional y la Fiscalía General y la convocatoria a una Asamblea Constituyente que pretende imponer “un régimen dictatorial” y que ha sido cuestionada y rechazada por la mayoría del pueblo venezolano, los obispos afirman que quieren elevar su voz y “exigir”, al Gobierno, retirar la propuesta de la Asamblea Constituyente, reconocer la autonomía de los poderes públicos, abandonar la represión inhumana, desmantelar los grupos armados, liberar a los detenidos políticos y abrir canales de carácter humanitario para que lleguen alimentos y medicinas a los más necesitados.

A la Fuerza Armada le piden cumplir su deber de estar al servicio del pueblo y no de un régimen, partido o gobernante, recordando que sus miembros serán plenamente responsables de sus actos y deberán rendir cuenta de ellos ante la justicia humana y divina.

A la dirigencia política, le dicen que debe comprometerse con el interés ciudadano antes que con sus propios intereses, seguir dando pasos para que se respete la voluntad democrática del pueblo y mantener mecanismos transparentas para impulsar encuentros y negociaciones que conduzcan eficazmente a la superación de la crisis.

A los miembros de la Iglesia piden que deben ayudar a derribar todo muro de división y contribuir a la recuperación del país, rehacer el tejido social y dar pasos hacia la reconciliación en el encuentro fraterno entre todos, y a todas las personas de buena voluntad solidarizase con quienes pasan hambre, necesidad y desconsuelo. Finalmente, invitan a una Jornada de Oración y Ayuno el 21 de julio para pedir a Dios” que bendiga los esfuerzos de los venezolanos por la libertad, la justicia y la paz”.

Sin duda, las cartas están echadas, más aún con el masivo rechazo que ayer han realizado los venezolanos a la convocatoria a la Asamblea Constituyente por parte de la camarilla familiar-militar gobernante que quiere prorrogarse en el poder incluso a costa de provocar una guerra fratricida.

En ese escenario, la solidaridad que se debe expresar al pueblo venezolano exige, por una parte, pedir a nuestro gobierno que deje de apoyar un proyecto que ha perdido cualquier atisbo de servicio y sólo pretende mantenerse en el goce de poder y, más bien, alinearse con los gobernantes democráticos de la región que piden la realización de elecciones libres, plurales para que sea la ciudadanía la que decida su futuro.

Por otra parte, y un día como hoy, en el que recordamos uno de los golpes y dictaduras más crueles y corruptas del siglo pasado,corresponde ratificar nuestra vocación democrática, la que debe traducirse en el pleno respeto a la Constitución Política del Estado y evitar que intereses subalternos, de cualquier índole, pretendan coartar la libertad ciudadana.