En la esperada sesión de traspaso de cargo, el ahora exministro de la Presidencia, Juan Ramón Quintana, pronunció un apasionado discurso de despedida en el que salvo al Primer Mandatario y algunos de sus colaboradores directos, atacó a quien se le ocurrió en ese momento.
Los medios de comunicación y periodistas, como no podía ser de otra manera, recibieron una andanada de improperios, llegando al clímax al sugerir a su sucesor que se haga “una investigación seria, severa, rigurosa sobre la ética de los medios de comunicación en la construcción del Estado Plurinacional”.
Es poco feliz esta recomendación, no porque esté necesariamente mal que se haga un análisis de este tipo, sino porque esa cartera ya ha demostrado que en la tarea de analizar el trabajo de los medios de comunicación se ha aplazado totalmente, como ha sucedido con el “video de la mentira” en el que, previa contratación de un consultor argentino que tuvo relación sentimental con una dignataria de Estado, se intentó atacar a los medios que según el oficialismo, sin mostrar una prueba, dice que conforman un “cártel de la mentira”.
Es decir, por un lado, no corresponde a un despacho como el Ministerio de la Presidencia financiar este tipo de trabajo. Por el otro, asumiendo que no hay acción sin responsabilidad, si las autoridades de gobierno tuvieran realmente deseos de que mejore el trabajo de los medios de comunicación tienen a su disposición la Ley de Imprenta y el Tribunal de Ética Periodística… Lamentablemente, lo que en verdad persiguen es someterlos y esto es profundamente inmoral.
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