Inversiones en Salud: 1.700 millones, tren metropolitano de Cochabamba e interurbano de Santa Cruz: 1.200 millones, Teleférico La Paz Fase II: 450 millones de dólares, Teleférico Oruro: 20 millones. Hasta aquí se alude a algunos proyectos reflejados en dólares americanos. Cuando de moneda nacional se trata, los millones se multiplican en ofertas de carreteras, complejos deportivos, servicios de agua y saneamiento básico etc. Y así, los megaproyectos, la mayoría “llave en mano” y por invitación directa, suman a la visualización de la Bolivia del 2025, año en el que todos aspiramos a erradicar la pobreza extrema entre otros objetivos razonables de cualquier agenda de Estado, independientemente de la retórica pachamamista y anticapitalista gubernamental a estas alturas disonante.
Reconocerá el lector que una de las líneas estratégicas del mensaje de campaña a favor del Sí a la reforma constitucional y la habilitación para la “repostulación” del Binomio Morales-García Linera se ancla en la promesa de viabilidad de la Agenda Patriótica 2025. A pesar de estar prohibida la inducción al Sí en la propaganda oficial sostenida con recursos públicos, el mensaje machacón asocia subliminalmente la cristalización de dicho paquete de ofertas millonarias a dar luz verde a la permanencia de Evo Morales y su pulverización a la opción del No.
El mismo Presidente se encarga de reiterar el perjuicio que representan los cambios de autoridad y las transiciones institucionales. Bajo esta lógica, sobran razones para temer daños mayores si el cambio llega a la Jefatura de Estado.
Reconozcamos, después de 10 años y más allá de avances inevitables, obras que encandilan y otras que se aplauden, la gestión se caracterizó por improvisación, ineficiencia, discrecionalidad y por más de un sobresalto ligado a la inexperiencia y corrupción. Ejemplos sobran, aunque minimizados por la sensación anestésica de una bonanza extraordinaria; ocurrió y aun sucede en instituciones clave como YPFB, Comibol, Mutún, Huanuni, Enatex, los casos de las barcazas chinas, el Fondioc y la desaparición del lago Poopó y los cheques del proyecto para su salvataje. Las cifras ponen en duda la capacidad de gestión de los impulsores del proceso de cambio. El 2015, la ejecución presupuestaria en los 21 ministerios y en las empresas públicas fue de 58,9% y 48,5 de más del 80% de los recursos nacionales hoy centralizados. Entre las gobernaciones, la de Santa Cruz, demuestra que puede ser tan o más eficiente que el MAS en términos de gestión y visión estratégica de su desarrollo institucional y departamental. Al otro extremo, el MAS en Tarija se aplazó pudiendo postular al récord Guinness del despilfarro público.
Conclusión, una Agenda de Estado que se precie de tal, debiera superar el cálculo coyuntural, la demagogia y ser viable independientemente de quien esté a la cabeza de un gobierno. El problema del MAS radica en que los caudillos no tienen sucesores y porque se empeña en estigmatizar la emergencia de voces alternativas dentro y fuera de su propia estructura.
Lo hacen con su arrollador aparato comunicacional y propagandístico. Según analistas, no es casual que cuando de ejecución presupuestaria se trata, Televisión Boliviana haya reportado una ejecución del 160% y favorecida por la inyección de recursos no presupuestados. La propaganda funciona y se prioriza, con menos éxito que antes y a un altísimo costo. Intenta sembrar miedos y dudas en el segmento de electores blandos favorables al No.
En otras palabras, procuran que una reforma constitucional que cambiará la estructura del poder a favor de su oligarquización, se confunda con la oferta millonaria de obras, con presupuestos inflados que niegan la reducción de ingresos y con el miedo asociado al efecto catastrófico del eventual alejamiento del líder providencial. Sin él nada funcionaria, premisa que desnuda la fragilidad estructural del mismo proceso de cambio.
La autora es psicóloga, cientista política y exparlamentaria.
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