El machismo discursivo de su excelencia gana terreno y es contagioso. Incluso el vicepresidente García Linera perdió la compostura al rebasar los límites de su erudita formación teórica y revolucionaria al desnudar su patriarcal conservadurismo. Todo indica que la perniciosa influencia de telenovelas venezolanas pudo más que los 3.000 libros que algún día inspiraron las convicciones emancipadoras del vicepresidente. En medio de estas polémicas circunstancias que rodearon las alusiones a la joven ministra de Salud, el binomio Morales-García Linera se complica entre tanta disculpa y explicación.
Demuestran una particular manera de entender el amor y la política. Y es que se observan curiosas coincidencias entre los peligros asociados a la ‘prueba de amor’ y la lógica amorosa del Sí a la re-re-reelección. En efecto, mientras uno se refirió a las engañosas ‘pruebitas de amor’, requeridas por hombres irrefrenables en su afán de seducir a desprotegidas doncellas; el presidente Morales insiste en que el Sí a la re-re-reelección y a la reforma constitucional servirá para confirmar “si la gente lo quiere o no lo quiere”. En ambos argumentos subyace el chantaje afectivo y machista. Extrapolados a la política, no solo despiertan los miedos asociados a un futuro incierto en una ciudadanía asumida como pasiva víctima de los dilemas del amor y el desamor. La petición del Sí intenta desactivar la dimensión racional de una decisión eminentemente política, cuya consecuencia será la prórroga en el poder por parte del binomio Morales-García Linera. Poco interesan la premisa democrática de la importancia de los pesos y contrapesos a la concentración del poder. A la ‘entrega total’ se asocia la promesa de un futuro estable, pródigo en obras tal como se demuestra con la distribución de cheques, en la inauguración y anuncio de obras pequeñas y faraónicas que suman al festín prebendal. En medio, la atención a la crisis económica internacional pasó a la retaguardia de prioridades. La consulta del 21 de febrero será costosa. Se proyecta un gasto de algo más de 100 millones de bolivianos para mitigar la ansiedad de un binomio urgido por confirmar el amor de su pueblo. Se los desaprovecha para ampliar la reforma constitucional a otros temas fundamentales para el país y para la salud republicana del Estado Plurinacional.
El conservadurismo prorroguista y manipulatorio del sentimiento ciudadano demuestra que los de antes ya no son los que creímos al desenmascarar su persistente condición autoritaria. Propongo invertir la carga de la prueba de amor. Por estima al presidente debiera archivarse su proyecto reeleccionario y darle un horizonte cierto a la supremacía de la Constitución y no del interés de las personas. En ese caso, optar por el No el 21 de febrero es progresista y no implicaría desamor ni traición a la patria
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