Pasadas las celebraciones navideñas, nuevamente acuden a la memoria de la gente las inquietudes sobre lo que será el destino de nuestra democracia a partir de febrero de 2016. Si en el referéndum que ha sido convocado se impone el No, que muestra válidas posibilidades, es muy probable que la institucionalidad que nos rige dé un giro, donde no precisamente gane un partido de oposición en las elecciones presidenciales de 2019, sino que desaparezca ese síndrome del líder único que se impone desde 2006.
El negocio del Movimiento Al Socialismo (MAS) -su estrategia, si se quiere ser más preciso- ha sido atacar furiosamente lo que se llamó la democracia ‘pactada’. Se dijo y se afirma hoy que el sistema de alianzas imperante hasta 2005 era inmoral y vergonzoso porque servía solamente para que tres o cuatro fuerzas políticas se turnaran en el poder, expoliando a la nación y poniendo bajo su planta a los otros dos poderes del Estado: el Legislativo y el Judicial. No obstante, está claro que con un partido ampliamente predominante, como el MAS, la situación no cambió, sino que empeoró, porque fue una sola tienda política la que provocó tantos o peores abusos que la censurada democracia de pactos.
Se ha desacreditado que se haga alianzas políticas para gobernar, pero sin observar que es saludable para el sistema de derecho no dejar todo el poder a un solo partido ni a un único personaje. Si un partido gana con mayoría absoluta está bien porque es la voluntad popular. Pero no está bien que con el poder que le pueden otorgar dos tercios en la Asamblea actúe como un rodillo y quiera modificar la Constitución para favorecer a su jefe. No es bueno para el sistema que a fuerza de las influencias que otorga el mando se pretenda la eternización de un líder.
Para que lo precedente no suceda es importante la actividad decidida de otras fuerzas políticas en los próximos cuatro años. Los políticos y la población tienen que quitarse el estigma de que hacer pactos para gobernar es malo. Se debe transmitir a la ciudadanía que no existe democracia más sana que la participativa, donde son varias las opciones para elegir, y donde, por tanto, se dará fin con el unipartidismo, que no es bueno.
Hay que hacer votos para que, suceda lo que sea en el referéndum de febrero, se llegue a 2019 con partidos sólidos para disputarle la mayoría al MAS, con liderazgos fuertes, porque eso nos garantizará una democracia plena y segura
El negocio del Movimiento Al Socialismo (MAS) -su estrategia, si se quiere ser más preciso- ha sido atacar furiosamente lo que se llamó la democracia ‘pactada’. Se dijo y se afirma hoy que el sistema de alianzas imperante hasta 2005 era inmoral y vergonzoso porque servía solamente para que tres o cuatro fuerzas políticas se turnaran en el poder, expoliando a la nación y poniendo bajo su planta a los otros dos poderes del Estado: el Legislativo y el Judicial. No obstante, está claro que con un partido ampliamente predominante, como el MAS, la situación no cambió, sino que empeoró, porque fue una sola tienda política la que provocó tantos o peores abusos que la censurada democracia de pactos.
Se ha desacreditado que se haga alianzas políticas para gobernar, pero sin observar que es saludable para el sistema de derecho no dejar todo el poder a un solo partido ni a un único personaje. Si un partido gana con mayoría absoluta está bien porque es la voluntad popular. Pero no está bien que con el poder que le pueden otorgar dos tercios en la Asamblea actúe como un rodillo y quiera modificar la Constitución para favorecer a su jefe. No es bueno para el sistema que a fuerza de las influencias que otorga el mando se pretenda la eternización de un líder.
Para que lo precedente no suceda es importante la actividad decidida de otras fuerzas políticas en los próximos cuatro años. Los políticos y la población tienen que quitarse el estigma de que hacer pactos para gobernar es malo. Se debe transmitir a la ciudadanía que no existe democracia más sana que la participativa, donde son varias las opciones para elegir, y donde, por tanto, se dará fin con el unipartidismo, que no es bueno.
Hay que hacer votos para que, suceda lo que sea en el referéndum de febrero, se llegue a 2019 con partidos sólidos para disputarle la mayoría al MAS, con liderazgos fuertes, porque eso nos garantizará una democracia plena y segura
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