Una vigorosa y plenamente justificada reacción del Sindicato Mixto de Trabajadores de Medios de Comunicación de Cochabamba ha provocado la actitud de la concejal del MAS Celima Torrico, quien en un acto de prepotencia, de esos que son cada vez más frecuentes en nuestro país, pretendió impedir que una reportera de un canal de televisión local realice su labor periodística.
Actitudes como las de Torrico son una muestra más de lo cierto que es el dicho según el que “el mal ejemplo cunde”. Como es fácil recordar, tienen como directo antecedente la facilidad con que los mandatarios –empezando por el Presidente del Estado– suelen expresar su desprecio por quienes todavía se niegan a confundir la labor periodística con la de propagandistas oficiales.
Es importante poner coto a ese tipo de actitudes por varios motivos. Uno de ellos, pero no el único, es que reflejan una flagrante falta de respeto hacia uno de los principales derechos de la ciudadanía, que es el de ser informada, y al mismo tiempo un desprecio por una elemental obligación de las autoridades que consiste en informar de sus actos a quien se lo pida.
Y no como un favor, sino por un elemental sentido del deber.
Otra razón es que gestos como éste son sólo pequeños indicios de un mal mucho mayor, que consiste en el abuso del poder. Y es urgente impedir que el abuso de poder, en cualquiera de sus formas, pase a ser visto como algo normal. No se debe olvidar que uno de los pilares sobre los que sostiene la salud de un sistema democrático consiste en evitar que alguien, y menos aún todo un grupo de personas, se sienta impunemente poderoso.
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