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martes, 11 de agosto de 2015

Agustín Echalar encuentra que "no hay mucho que celebrar" cuando Bolivia cumple 190. se refiere al discurso populista y demagógico de Evo, anunciando un otro bono universal, sin mencionar de dónde saldrá el dinero y preparando el ambiente para su perpetuación en el poder, estamos en el umbral de convertir a Evo en presidente vitalicio...se necesita estar ciego...afirma el autor.

Desde el punto de vista económico nadie puede negar que ésta ha sido la década más venturosa que Bolivia ha tenido desde que se llamaba Alto Perú, y aún antes. Como lo ha mencionado el hermano Presidente en su discurso conmemorando la fundación de una república que él aniquiló, hoy, al menos de acuerdo a sus estadísticas, (las cuales dicho sea de paso no son muy confiables, porque no son transparentes), sólo alrededor de un 17 por ciento de los bolivianos son extremadamente pobres, y eso es poco comparándonos con nosotros mismos a lo largo de todo el siglo XX, ni hablar de antes.
El Presidente ha mencionado, sin embargo, un tema que no solo coloca este gran éxito de la última década donde corresponde, sino que nos augura un momento de más estrecheces, este año las exportaciones bajarán en 2.500 millones de dólares, (mucho más del monto de las exportaciones totales que se hacían hasta inicios de este milenio), debido a la baja de los precios internacionales del petróleo y las materias primas, poniendo en evidencia que el gran éxito económico del Gobierno, nada ha tenido que ver con políticas innovadoras, sino con el maldito mercado.
La nueva situación económica del mundo,  no puede dejar de preocuparnos, podemos inferir que el desempleo, ahora contabilizado como extremadamente bajo, subirá, porque de seguro muchas minas se cerrarán.  Por el otro lado, el glorioso verano de la quinua parece ser que ha pasado, hoy los productores de quinua reciben por sus cosechas, menos de la mitad del dinero que estaban recibiendo hace dos años, y ése es un tema importante respecto a los más pobres, porque ésa es precisamente una producción de las zonas más deprimidas del país.
Llama la atención, que en medio de esta situación, el Gobierno haya decidido lanzar un bono universal más, que podríamos asumir, sólo debería ser necesario para ese 17 por ciento más pobre, porque seamos claros, aunque 1.200 bolivianos, en un embarazo, pueden ser bienvenidos hasta para una mujer de clase media, estos no son verdaderamente necesarios, los son sólo para los más pobres. Ahora bien, en el país, aún en el mismo campo de la salud, hay necesidades más urgentes, y hay inversiones más inteligentes que se deberían hacer, inclusive en beneficio de las mujeres embarazadas. El camino que ha tomado el Gobierno, es una vez más el de la demagogia, pero además se ha hecho de una responsabilidad y de un “gasto”, si gasto y no inversión, precisamente en unos momentos en que los ingresos del Estado comienzan a menguar.
Es difícil seguir la lógica que pudo haber sido utilizada por el Gobierno, para esta decisión, a menos que estemos pensando en gestos y gastos que ayuden al proyecto principal del Gobierno, y éste es, ya no una tercera reelección, sino un cambio en la Constitución que permita las reelecciones indefinidas del hermano Presidente. Se necesita estar ciego para no percibir la clara intencionalidad del Gobierno por perpetuarse en el poder. El acoso a líderes de opinión de la radio y la televisión críticos con el régimen, y la desenfadada propaganda a favor de su excelencia en los medios afines lo muestran inequívocamente, inclusive la cacareada demanda marítima, tan dentro del corazón de los bolivianos, ha sido unida a una continuidad de Evo al mando del país,  es él,  según el Gobierno, el único que puede garantizar la estabilidad para retornar al mar.
Esta celebración de 190 años de la creación de la república tiene ese retrogusto amargo. Estamos en el umbral de convertir a Evo en presidente vitalicio, inclusive ese mismo término, que es tabú en una democracia, ha sido utilizado por sectores de los llamados movimientos sociales, y no se crea que la crisis económica que se nos viene, podrá modificar mucho las cosas.  El boliviano es un pueblo emotivo, poco afecto a la racionalidad. No es por las decisiones inteligentes, ni por la impecabilidad de su administración, ni por la originalidad a la hora de encontrar soluciones, por supuesto que tampoco por la coherencia de su Gobierno o por su buena labia que Evo será reelegido, sino por lo que él significa.
El autor es operador de turismo.

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