Esta tarde llega el papa Francisco a Bolivia en una visita que se ha
convertido ya en un hito de esperanza para una población que ha visto en
él a un líder de este tiempo, cuya voz interpela y alienta a buscar un
mundo mejor.
Se trata de un personaje cercano a
Bolivia, país que ha visitado en diversas circunstancias y en el que ha
consolidado muchas relaciones, tanto en su condición de sacerdote
jesuita como de obispo de la Iglesia Católica. Y su carisma es tan
grande que la gente de todos los sectores sociales y que expresan
diversas corrientes de pensamiento, incluyendo aquellos que no son
católicos o se reclaman ateos, está atenta a escuchar su palabra y ha
sabido contrarrestar minoritarias expresiones ideológicas e incluso de
algunas sectas religiosas que han manifestado su rechazo a esta visita.
¿Cuáles
son los factores que posibilitan esta generalizada expresión de afecto y
simpatía por este personaje a poco más de dos años de haber asumido su
pontificado? Una respuesta contundente es que en la senda de su
predecesor ha decidido adecuar la Iglesia a los actuales tiempos, sin
abandonar sus principios fundamentales. A expresar la necesidad de
modificar rumbos si no se quiere conducir al planeta a su destrucción. A
enfrentar, además, una serie de problemas internos que afectaban la
esencia de la Iglesia, y animarse a abandonar el cálculo mezquino de
éxito para buscar caminos de reconciliación y reencuentro.
Sin
duda, actitudes de esa naturaleza han hecho que Francisco se convierta
en un referente mundial de la paz, la justicia y la equidad.
En
ese contexto, realiza su primer viaje oficial a este subcontinente
visitando Ecuador, Bolivia y Paraguay, que son considerados los menos
desarrollados de la región, lo que concreta su permanente exhortación a
atender más a los más desposeídos, a los desplazados o, palabra que
utiliza con mucha frecuencia, a los “descartables”.
Además,
siempre hay que recordar que Francisco visita a los países y que son
poco felices ciertas interpretaciones simplistas en función a las
ciudades a las que va, así como lo son los intentos (groseros o sutiles)
que se hace por aprovechar esta visita papal con fines sectarios o
ideológicos. Más bien, Francisco viene a provocar “lío” como le gusta
decir, pero uno que respeta la conciliación, la fraternidad y la
solidaridad, cualidades sin las cuales no será posible construir
sociedades capaces de responder a los desafíos de los tiempos actuales y
que creen las condiciones económicas, culturales, sociales y políticas
que permitan una vida digna de la gente.
Por eso es
importante escuchar sus palabras antes que las interpretaciones que de
ellas se hacen. Sus intervenciones tanto en asuntos de orden evangélico
como sobre los diversos problemas que afectan al mundo, van al fondo de
los temas y son guías para incentivar propuestas viables de acción para
encontrar soluciones. Muestra de ello es su última encíclica, “Laudato
si, sobre el cuidado de la casa común”.
Es a este personaje, que reúne en sí mismo una calidad de pastor y de líder universal, a quien hoy damos la bienvenida.
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