Los sectores lúcidos y democráticos del MAS deberían esforzarse por convencer al Primer Mandatario de que el fraude electoral socava su poder y de que esa obsesión hegemónica a cualquier costo tendrá a la larga el costo de su derrota
Cada nueva actuación de los vocales del Órgano Electoral Plurinacional (OEP), salvando contadas excepciones, sólo aumenta su desprestigio y es una demostración más de que principios morales o éticos, ni qué decir democráticos, son absolutamente desconocidos por sus miembros.
La gota que rebalsó el vaso es lo hecho por los vocales del Tribunal Electoral Departamental (TDE) de Chuquisaca que no difundieron una resolución aprobada presuntamente antes de la elección para gobernador del 29 de marzo y por la que anularon miles de votos obtenidos por un partido, cuyo candidato renunció. Ese virtual timo de votos definió la elección a favor del candidato del MAS. Este ilegal e inconstitucional procedimiento, no condenado por el Tribunal Supremo Electoral (TSE) traspasó todo límite tolerable.
Y resulta que ahora, uno de los dos vocales del TSE que se pronunció por sancionar la actuación en Chuquisaca, había sido fotografiado en un festejo masista y la fotografía ha comenzado a circular profusamente en redes sociales y medios de comunicación. Incluso el presidente del Estado y legisladores oficialistas y de oposición condenan esa asistencia y, los últimos, piden su renuncia.
Sin embargo, en las cortes del poder hay algarabía. Con sus “vivezas” han robado la Gobernación de Chuquisaca y con sus maniobras buscan legitimar otro fraude en el Beni. Empero, se trata, si nos atenemos a la historia del país, de victorias pírricas. La tarea de deslegitimar el Órgano Electoral responde a visiones de corto plazo, porque, en el mediano y largo plazo, esta actitud termina por afectar los intereses de quienes la impulsan. La ciudadanía, al observar que los resultados electorales son manipulados, pierde confianza en quienes salen elegidos y comienza a gestarse un proceso de deslegitimación que no podrá ser detenido si no se logra que quienes dirigen las elecciones recuperen su confianza.
Por esa razón, los sectores lúcidos y democráticos del MAS deberían esforzarse por convencer al Primer Mandatario de que el fraude electoral socava su poder y que, como ha ocurrido con otros procesos políticos en el país, esa obsesión hegemónica a cualquier costo tendrá a la larga el costo de su derrota.
En este sentido, es necesario, primero, echar a los vocales del actual Órgano Electoral porque han demostrado incapacidad y absoluta carencia de principios morales para guiar sus actos, pues han vulnerado elementales normas de transparencia, pluralismo, equidad y legalidad para, de esa manera, acatar intromisiones foráneas. Las autoridades deben convencerse de que sólo con personalidades de reconocido prestigio profesional y moral se podrá reconducir este vital órgano del sistema democrático.
Segundo, abrir la reforma de las dos normas electorales vigentes para convertirlas en instrumentos que garanticen pluralismo, aplicar las reglas en forma igual a los contendientes en las elecciones y libertad de información.
Sólo de esa manera se podrá relegitimar el Órgano Electoral.
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