Desde chicos nos malacostumbramos a escuchar la triste máxima de la ‘hora boliviana’. En general, aludía al supuesto carácter incumplido o informal de los bolivianos. Una hora tarde, como mínimo, para cualquier acontecimiento social o laboral. Ahora nos acabamos de desayunar con este absurdo del Gobierno de plantear, sin consulta ni debate, que las manecillas del reloj deben seguir su curso de derecha a izquierda, so pretexto de reestablecer la identidad de los pueblos del sur del planeta. La instalación de un reloj que va para atrás en el edificio de la Asamblea Legislativa es parte de esta insólita idea que, contra toda lógica, el Ejecutivo ha decidido poner a andar en medio de la campaña electoral.
Está claro que la medición del tiempo es una convención mundial. Así lo certifica el físico británico Stephan Hawking en su libro Breve historia del tiempo: del big bang a los agujeros negros, donde revisa las grandes teorías cosmológicas, desde Aristóteles hasta nuestros días. Como tal, la medición del tiempo demanda un consenso social que se construye con el paso de las generaciones. Hoy, el registro mundial del tiempo se ha acordado en la división de los días en 24 horas, de sesenta minutos y sesenta segundos cada una. Aquí y en la China, cualquier reloj con manecillas recorrerá las horas de izquierda a derecha, según el Gobierno, por imposición del imperio occidental.
Proponer un registro diferente de las horas resulta de una osadía digna de novela del realismo mágico. Pero siguiendo el razonamiento, los bolivianos –en el supuesto de ponernos de acuerdo frente a esta descabellada idea– tendrían que convencer a los países del hemisferio sur sobre esta nueva forma de registrar las horas del día.
El planteo ni siquiera entró en la agenda de la cumbre de los países del G-77 que se realizó en Santa Cruz y apenas quedó como una anécdota. La posibilidad de que Bolivia logre un acuerdo parece casi una utopía del absurdo. Por lo tanto, no es más que otro planteo insólito que sigue la senda de las ‘piedras con sexo’, la ‘papalisa como viagra’, las ‘hojas de coca en lugar de la leche de vaca’ y los ‘indígenas bolivianos como guerreros del arcoíris’, que planteó el canciller David Choquehuanca.
Se imponen algunas preguntas: ¿Se le acabaron las ideas revolucionarias al Gobierno? ¿No tienen otra cosa más qué hacer que cambiar el curso de los relojes? ¿Esto forma parte de la plataforma para conquistar el voto popular?
Consejo Editorial: Pedro F. Rivero Jordán, Juan Carlos Rivero Jordán, Tuffí Aré Vázquez, Lupe Cajías, Agustín Saavedra Weise y Percy Áñez Rivero
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