Un mes más ha transcurrido y no se vislumbra la posibilidad de que el proyecto Misicuni salga de la parálisis en que está sumido
Hoy se cumple el cuarto mes desde que el 17 de noviembre del año pasado la Empresa Misicuni tomara la decisión de rescindir el contrato con el Consorcio Hidroeléctrico Misicuni y por consiguiente de paralizar la construcción de la represa. Y una vez más, tal como viene ocurriendo desde hace mucho tiempo, son las más pesimistas previsiones las que han sido confirmadas por los hechos, mientras los informes oficiales y los siempre frustrados anuncios sobre el reinicio de los trabajos han vuelto a poner en evidencia que el proyecto está a la deriva, condenado a sufrir una y otra vez las consecuencias de la improvisación.
Hasta hace algunos días, cuando los ejecutivos de la Empresa Misicuni reconocieron que era mejor no volver a fijar una fecha para la reanudación de las obras, tal actitud podía haber sido interpretada como un primer paso hacia el reconocimiento de los errores prometidos y, por consiguiente, como una señal esperanzadora sobre la posibilidad de que por fin se produzca el cambio de actitud sin el que será imposible poner fin a las continuas postergaciones y reajustes presupuestarios. Lamentablemente, esas esperanzas fueron nuevamente frustradas pues sin que medie explicación razonable alguna, se ha anunciado que la primera semana de mayo marcará el fin de la parálisis.
Para posibilitar que tal plazo se cumpla la Empresa Misicuni habría tomado la decisión de pasar por encima de todas las formalidades legales y proceder al contrato por invitación directa de no una, sino varias de las 20 empresas que según versiones oficiales habrían expresado su interés en hacerse cargo de la conclusión de las obras. La decisión de que los trabajos pendientes sean distribuidos entre varias empresas invitadas se justificaría, según las explicaciones oficiales, por la necesidad de evitar que sigan sumándose los meses y años adicionales a los originalmente previstos.
El otro aspecto del problema ocasionado por la falta de rigor técnico, administrativo y legal con que está siendo ejecutado el Proyecto Múltiple Misicuni, que es la extraordinaria flexibilidad con que se hacen reajustes presupuestarios no parece ser motivo de la misma preocupación. En efecto, con la misma facilidad con que se dan por derrochados los 16 millones de dólares entregados al Consorcio Hidroeléctrico Misicuni, ahora se da por supuesto el financiamiento de otros 40 millones de dólares. Y aunque se afirma una y otra vez que el Tesoro General de la Nación se hará cargo de ellos, no hay nada que indique que tras tal anuncio hay algo más que un buen deseo o, lo que sería peor, un desconocimiento de elementales criterios financieros, técnicos y legales.
Siendo esa la situación actual, y tan poco alentadores los antecedentes del caso, todo parece indicar que el transcurso de los meses no sólo no es suficiente para la reanudación de las obras sino que con cada día que pasa las dificultades no hacen más que crecer. Mientras tanto, aparentemente ya resignadas y rendidas, las principales instituciones de Cochabamba no salen de su mutismo y observan la situación como si de un asunto ajeno se tratara, lo que condena a los cochabambinos a seguir siendo testigos pasivos de la mayor frustración colectiva.
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