Ahora, como para rematarla y no quedarnos sólo con las tuercas elitistas, según el presidente Morales se planea conseguir crédito para el campo hípico más grande de Latinoamérica en Tarata (Cochabamba), mientras los pisos se hunden en el mayor hospital del pueblo, ¡Qué tal paradoja en la lógica socialista de este Gobierno!
Darle circo al pueblo. ¿A cuántos les ha funcionado esta fórmula? Y mientras más necesitado el pueblo, mejor funciona. Si no lo creen señoras y señores, con ustedes el Dakar 2014.
Personalmente el evento de marras no me ha sonado a gran cosa, uno porque no me gustan los motores, y dos, por la bronca de que Fox Sport pase imágenes de camioneros descansando mientras en Bolivia se corría la carrera, o que el twitter oficial del Dakar diga que los caporales son chilenos. Pero tampoco lo veo, como hacen algunos, como una imagen de colonización cruda de los “blancos europeos atravesándonos” como hace 500 años. En pleno siglo XXI seguir dividiendo a la gente por su extracción racial es lo más involucionado que existe. El Dakar es una carrera extrema, con todo lo que conlleva, pero una carrera al fin.
Mi disgusto y mi rechazo ante la obnubilación (y hasta idiotización) de tantos, son tan simples como que considero que hay prioridades en Bolivia y que ésta no lo es. Mientras los hospitales y las escuelas colapsen, y aquellos involucrados con dineros del Estado sigan suicidándose con las manos atadas a la espalda, no debe ser una prioridad gastar un dinero que podría invertirse mejor, ni desviar la atención del pueblo con petardos y banderas justito cerca al periodo electoral sobre temas tan importantes como el hedor de nuestra justicia. Clarito.
Pero somos un pueblo hecho de ilusiones rotas, y necesitamos tanto una alegría que nos junte, que no se necesita empujarnos mucho para que saquemos banderas y bombos y nos lancemos a flamear la tricolor. Desde el 63 que no alzamos una copa en fútbol, y sólo el 94 pudimos unirnos todos con la clasificación al Mundial. Sinceramente mi memoria no da para más eventos multitudinarios gritando hasta la ronquera por Bolivia, salvo en las marchas de octubre de 2003 aunque esa es otra historia.
La cosa es esta: el Gobierno aprovechó astutamente el impacto mediático del Dakar, y lo explotó hasta llevar al Presidente y a casi todos sus ministros a Uyuni para recibir a los pilotos, algo nunca antes visto en otros países donde la carrera es justamente eso, una carrera (que es incluso rechazada en naciones como Argentina, Chile y Perú). Seamos sinceros, el “Chavo”, Barbery, Bulacia, y Nosiglia son muy simpáticos, pero su objetivo no es aparecer en la tapa de los suplementos ni revistas, sino ganar y eso no lo han hecho aún. Mucho menos que ellos recibieron nuestros campeones de racquet, billar, judo… o boxeo.
En Uyuni, gracias al manejo que se hizo del evento, y al apremio oficialista, hubo mucha necesidad de salir en la foto. Y hubo una euforia colectiva que, legalmente, duró un día y por la que pagamos cuatro millones de dólares.
Hay muchos que argumentan que el retorno será mucho más jugoso que lo invertido y que criticar este evento lo convierte a uno en un maldito opositor, pero eso no se lo traga un enfermo del Hospital de Clínicas que teme, literalmente, que el techo se derrumbe sobre su cabeza, ni las madres de familia que se agarran de los pelos entre ellas para que su retoño tenga un cupo en la escuela del barrio. Esta gente ni se enteró del Dakar.
¿Y para qué machacar con el tema de medio ambiente y el daño arqueológico que causa la carrera de por sí, más tomando en cuenta que el recorrido es casi secreto 24 horas antes de que se corra, por lo que hace muy difícil delimitar a los sitios arqueológicos, etc.? Para dar un simple ejemplo, en un día se produjeron 60 toneladas de basura en Uyuni, que deben seguir viajando hacia algún botadero. Pero pensar que el medio ambiente sea tan importante en la gran agenda como para hacer una evaluación ambiental del impacto que podría tener la carrera, antes de meterse en las gestiones para ésta, ya linda en la utopía.
Ahora, como para rematarla y no quedarnos solo con las tuercas elitistas, según el presidente Morales se planea conseguir crédito para el campo hípico más grande de Latinoamérica en Tarata (Cochabamba), mientras los pisos se hunden en el mayor hospital del pueblo, ¡Qué tal paradoja en la lógica socialista de este Gobierno!
Para mi pesar las propagandas del Dakar me persiguen, están en todas partes, hasta en el servicio de información telefónica.
Creo que quieren que piense diferente a la fuerza a través de su diabólico encanto (“nunca antes el Dakar se corrió en el cielo”).
Pero voy a resistirme mientras preparo un trabajo sobre los debiluchos pisos y techos de algunas salas médicas. Con tal, no es tan difícil mirar las cosas con otros ojos.
La autora es periodista
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