Inaceptable pérdidas por
accidentes
Mauricio Aira
63 muertos
en menos de un mes en las carreteras de Bolivia y una cifra de varios cientos
de heridos, algunos con daños físicos irreversibles. Hecho noticioso que rebela
la sangre y obliga a la adopción de medidas drásticas, en defensa del mayor
bien que tiene la sociedad, la vida del ser humano.
Mientras en
Europa y otras regiones se desarrollan políticas muy severas para disminuir el
número de accidentes vehiculares mejorando el mantenimiento de las vías,
controlando que máquinas y conductores se encuentren en condiciones mínimas de
seguridad y de conducción según las regulaciones ya uniformadas y que forman
parte de las obligaciones primordiales, irrenunciables de los Estados y que
bien se pueden resumir así, en Bolivia dista mucho de existir un tangible
esfuerzo que guarde proporción con la enormidad del problema.
Otorgar
permisos de conducir a ciudadanos mayores de 18 años y que rindan severas
pruebas teóricas y prácticas previa preparación responsable. La entrega de los
brevets, o certificado de conducción no puede darse como prebenda, un regalo,
una mercadería que se vende a cambio de algo. Al parecer ha mejorado un tanto desde que la
Policía transfirió sus atribuciones, sin embargo los reglamentos siguen siendo
incumplidos. La autoridad debe efectuar una prueba contundente para calificar
al aspirante. No valen “muñecas ni manipulaciones”, todos los jóvenes tienen
las mismas oportunidades a condición de haber estudiado el manual de conducir.
La prueba práctica a cargo de profesionales, debería ser la condición “sine qua
non” para el beneficio. Cualquier inseguridad o improvisación tiene que
significar un aplazo, por tanto la repetición de la prueba ante un tribunal
totalmente imparcial y cien por ciento profesional.
El estado
de las máquinas tiene que ser examinado minuciosamente y documentado, hoy se
puede hacerlo con ayuda de la electrónica que facilita un acierto del 98% sobre
la simple inspección ocular. Esto va más allá del SOAT, que no difiere en mucho
de la antigua “roseta de seguridad” o sea un remedo de examen, reducido al pago
del valor fijado o alguito más, sin hacer caso de las recomendaciones técnicas.
Aquello de “prenda luces, aplique frenos, toque bocina, vire a la derecha, a la
izquierda, encienda, apague el motor”, etc. tiene que haber pasado de moda.
Ahora la tarea de inspección tiene que ser de todos los días, incluyendo
sábados y domingos. En muchos países la inspección vehicular está confiada a
verdaderas empresas, por lo menos dos por cada 50 mil vehículos, merced a un
rol del que nadie queda al margen, absolutamente todos los que figuran por
ejemplo en la base de datos de la Aduana, o de la Policía de Tránsito o de
Impuestos, o de todas ellas coordinadas por una brigada de seguridad. Cuando un
vehículo no reúne las condiciones mínimas, le conceden una oportunidad más,
resuelto que sea el problema técnico, hasta la siguiente inspección aprueba o
simplemente sale de la circulación, al cementerio de vehículos.
Optar por
un remedio salvador. Licitar el servicio permitiendo que empresas extranjeras
participen también asociadas con nacionales de reconocido prestigio. El costo
tendría que ser asumido por cada propietario o conductor del vehículo, aunque
en Bolivia a fin de incentivar este proceso, se podría crear un fondo inicial
financiado por el Estado, las Municipalidades y las empresas de taxis o
transportes a todo nivel. Ahora que existe un ambiente de creación de nuevas
empresas y de otorgar financiamiento bien podría constituir un ítem atractivo.
A los
factores mencionados se suma el estado de las carreteras, harto deficiente no
obstante los esfuerzos de mantenimiento realizados, carencia de suficientes
obras de arte en la infraestructura y señalización y servicios de auxilio y
asistencia, una policía caminera moderna, ágil, movilizada sobre las carreteras
las 24 horas al día, 365 días al año especialmente en zonas de difícil acceso y
de altos volúmenes de tráfico. Duplicar el control ante conductores ebrios o
insomnes.Todos los esfuerzos que se hagan en esta dirección, con la voluntad
puesta en disminuir los accidentes para salvar vidas, serán aplaudidos por una
ciudadanía que está próxima al paroxismo de la desesperación nunca antes
conocida.
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