Como van las cosas y sin ánimo de pesimista ajeno a las fiestas del fin de año, es posible que termine siendo cierto eso de que “todo tiempo pasado fue mejor”. No precisamente por la nostalgia de tiempos buenos, bien vividos, sino por la incertidumbre de lo que vendrá, que no sabemos si serán tiempos de vivir bien ni cuándo llegarán, si finalmente llegan. Porque parece cierto que la praxis de Gobierno radica en dejar que las cargas se acomoden en los caminos.
En el balance anual, hay más críticas que elogios y son más las frustraciones que las satisfacciones, sin desconocer que es siempre más fácil escribir y hablar de lo negativo que de lo positivo.
Es ocioso, y aburrido, un recuento completo. Pero ahí está, por ejemplo, la marcha por el TIPNIS, que fue el hecho noticioso del año.
La defensa del parque puso en evidencia la debilidad ideológica del discurso oficialista de defensa de la naturaleza y los derechos de los pueblos originarios. Pero al mismo tiempo permitió que la demanda de unos pocos, desde la profundidad de la selva, integre a las gentes olvidadas de tierras bajas con las gentes de las ciudades, en virtud de principios y valores. Esa es, en la práctica, expresión cabal de la pluriculturalidad que caracteriza la vida de Bolivia desde siempre, pero que estaba hasta escondido bajo la alfombra.
El significado de ese hecho trasciende límites del enfrentamiento entre indígenas que rechazan un camino por el parque y el Gobierno empeñado en construirlo pese a que lo prohíbe una ley. Las gentes de tierras bajas reivindican los mismos derechos que las de la nación Uru Chipaya, del altiplano andino. “Ante el mundo decimos que ya no se haga daño a nuestra madre tierra, porque nosotros la vivimos, porque nosotros conversamos con la lluvia, con el viento y con nuestra pachamama”, dijo uno de sus dirigentes esta semana al presentar su estatuto autonómico.
Ambos hechos, por su significado y por los principios y valores que encierran, entran en el balance de lo nuevo del cambio ocurrido en Bolivia. Habrá que ver si sus consecuencias los colocan en la columna del haber, en el balance futuro. Porque los derechos de las gentes de tierras bajas son los mismos que los de las gentes de tierras altas, independientemente de los intereses económicos de sus vecinos o de los intereses políticos del Gobierno. Incluso porque cuantitativamente ambas naciones tienen peso similar a la hora de contar votos. En el cierre, el deseo de que al final, el cambio derrote al pesimismo.
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