Democracia payasa”, ha sido el calificativo que le ha otorgado Mario Vargas Llosa, Premio Nobel de Literatura, al régimen que conduce Evo Morales en Bolivia. “Democracia mañuda”, podríamos agregarle, usando un término muy común en el país y que se aplica perfectamente a la reacción del Estado Plurinacional frente a una de las mayores manifestaciones democráticas que se han dado en estos últimos cinco años, exigiendo el respeto a las libertades y garantías constitucionales.
Nos referimos a la nueva bofetada que le dio este Gobierno a la democracia, descalificando de manera torpe y abusiva la iniciativa que llevaron adelante las organizaciones que aglutinan a medios de comunicación, periodistas y trabajadores de la prensa. Durante casi dos meses, dichas instancias civiles convocaron a todo un país a expresar su respaldo al derecho a la libertad de expresión que va camino a la desaparición por la vía de los artículos 16 y 23 de la Ley contra el Racismo. El objetivo era conseguir que, mediante la figura legal de “Iniciativa Ciudadana” reconocida en la Constitución Política del Estado, se abroguen aquellas partes de la norma que atentan contra una libertad garantizada también por la Carta Magna y por el derecho internacional.
Apelando a trucos infantiles, que no reflejan más que inmadurez política y desdén por los valores democráticos, los principales operadores del régimen del MAS han tirado al tacho de la basura cientos de miles de firmas de ciudadanos bolivianos que se sumaron a las protestas pacíficas de los periodistas y nuevamente cayeron en la descalificación como instrumento de anulación de un reclamo legítimo. El vicepresidente García Linera ha llamado “mentirosos” a los trabajadores de la prensa, quienes confiaron en la buena fe de los gobernantes y presentaron sólo una parte del total de las firmas recopiladas en cada departamento del país, consignando obviamente que se trataba de una muestra del universo logrado. Sin reparar en esos detalles, el presidente Morales se burló de los firmantes y afirmó que simplemente eran unos “racistas”. Fue otra forma de darle un “rodillazo” a un proceso que consiguió la unidad de todo un sector de la sociedad boliviana en torno a un derecho elemental que, como se ha demostrado, goza del aprecio y del respaldo de la ciudadanía. Aquello se ve claramente demostrado en recientes encuestas que ponen a la prensa nacional en el primer lugar en credibilidad, mientras que el Gobierno de Evo Morales se mantiene en niveles de evidente deterioro.
Algunos creen que hubo errores en los periodistas al no tomar en cuenta algunos aspectos jurídicos para llevar adelante esta iniciativa democrática. El problema más serio, sin embargo, es que frente a un Gobierno que usa las leyes siempre a su favor y que las desecha cuando no les sirven, no existe posibilidad alguna de defender la democracia y el estado de derecho. Este Gobierno siempre tendrá a mano una morisqueta, un sofisma, un atajo o simplemente apelará al atropello para salirse con la suya. A ese ritmo, no hay duda, la pérdida de legitimidad es acelerada y su salto hacia un sistema dictatorial es pues, inevitable.
Algunos creen que los periodistas no tomaron en cuenta algunos aspectos jurídicos para llevar adelante esta iniciativa democrática. El problema más serio, sin embargo, es que frente a un Gobierno que usa las leyes siempre a su favor y que las desecha cuando no les sirven, no existe posibilidad alguna de defender la democracia y el Estado de Derecho (Editorial de El Dia. el título es nuestro referido a la chabacana forma de ser del régimen)
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