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viernes, 9 de julio de 2010


Estado desenfrenado

Editorial del diario El Dia, de Santa Cruz de la Sierra

El hostigamiento que ejecuta el Gobierno contra la compañía AeroSur ha sobrepasado ya los límites de la racionalidad y tiene al vicepresidente Álvaro García Linera como la punta de lanza de un acoso que compromete a todo el Estado Plurinacional en el aniquilamiento de una empresa privada.
Nunca antes se había visto un derroche tan grande de poder dirigido hacia un solo sujeto, lo que hace presumir la existencia de un asunto personal que va más allá de la búsqueda de la transparencia en el manejo de AeroSur, empresa que seguramente tiene problemas como cualquier otra, pero que en todo caso merece el beneficio de la duda y la oportunidad que le debe brindar el Estado de corregir las anomalías en el marco de la legalidad. Nadie, ni hasta el más correcto y saneado podría resultar ileso y libre de culpa con todo el ensañamiento que se está observando.
El caso de AeroSur es el ejemplo más claro de cómo se está manejando el Estado boliviano. A la voz de un solo individuo, numerosas instituciones que supuestamente deberían actuar al margen de las consignas políticas, se alinean como un ejército para atacar al enemigo. Eso incluye a muchos operadores de justicia, cuya actuación es equiparable a la de los esbirros de las dictaduras, siempre atentos a las órdenes del caudillo para aplastar a los oponentes.
Qué puede esperar un ciudadano común, una empresa local o extranjera, un inversionista o cualquier persona que nunca está libre de entrar en contradicción con los agentes de este Estado desenfrenado. Si nos preguntamos por qué Bolivia se ha vuelto uno de los peores lugares para invertir y por qué muchas compañías extranjeras radicadas en el país no sueltan sus capitales ni siquiera bajo amenaza, la respuesta está en las dos palabras que viene pronunciando desde hace meses el presidente de AeroSur, Humberto Roca: “Reglas claras”. Y mientras la consigna sea “yo le meto nomás”, que equivale a “yo destruyo nomás una empresa” y “yo aplasto nomás a mis enemigos”, “porque no tengo control, nadie me puede frenar y tampoco nadie me puede juzgar por mis actos”, el resultado nunca será otro que un Estado carcelario, en lugar de un Estado productivo y competitivo. No hablemos ya de un Estado de derecho, porque eso ya es historia.
Hay que insistir que no se trata de defender a una empresa o a cualquier otro particular que mantenga alguna controversia con el Estado o con las normas, sino de reprochar la forma de gobernar un Estado que intimida y aterroriza con fines oscuros. “Reglas claras” no significa permisividad ni tolerancia de manejos reñidos con la ley, sino de una solicitud elemental que exige la convivencia humana. Tampoco se trata de pedir leyes contemplativas que se adapten a cualquier circunstancia, sino de construir un modelo transparente, confiable y que perdure en el tiempo. Aplicando los procedimientos actuales, es decir, respondiendo al grito de guerra de un caudillo, el MAS nunca podrá construir un país con estabilidad política y económica, base indispensable para lograr una sociedad desarrollada y exitosa. De profundizarse este proceso, mejor dicho, esta involución, no cabe duda que el destino de Bolivia seguirá truncado por mucho tiempo.

El ataque perverso que sufre la empresa AeroSur es una demostración de cómo está siendo manejado el Estado boliviano

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