Dos golpes a Hugo Chávez
Al margen de los golpistas, la democracia ha comenzado a reaccionar frente a la arremetida autoritaria ya sea en Honduras o Argentina.
El hondureño Manuel Zelaya era un recién llegado al esquema bolivariano, sobre el cual ya tienen un largo camino recorrido los presidentes de Bolivia, Nicaragua y Ecuador. El depuesto mandatario intentaba hacer a las apuradas, lo que a Hugo Chávez, Evo Morales, Daniel Ortega y Rafael Correa les ha tomado mucho tiempo y esfuerzo político. Sin la suficiente base estratégica y sin contar con el auxilio de los actores indispensables, se lanzó a buscar la perpetuidad en el poder y le fue muy mal. Tal vez si hoy lo restituyesen en su puesto, luego del golpe del domingo, Zelaya pasaría a ser poco menos que un cadáver político, sin posibilidades de edificar un proyecto autocrático similar al que están intentando consolidar los que responden al eje Caracas-La Habana. En ese sentido, el principal golpeado del domingo ha sido justamente el chavismo, que se ha visto impedido de seguir sumando alfiles al proyecto continental denominado Socialismo del Siglo XXI.
Los militares hondureños cometieron una torpeza, no sólo porque han revivido en América Latina el fantasma del golpismo, que debe ser rechazado desde todo punto de vista, sino porque deslegitimaron un proceso institucional que, de la mano de las leyes y la Constitución, estaba ahogando en el descrédito a Manuel Zelaya, por sus intentos de subvertir el orden legal, a través de una consulta absolutamente arbitraria, que había sido rechazada por la Corte Suprema de Justicia, las autoridades electorales, las Fuerzas Armadas, el Congreso y el propio partido del presidente, un hombre que giró a la izquierda por simple oportunismo y que le abrió las puertas de Honduras a la torpe injerencia del chavismo.
Lamentablemente, el golpe ya no permite percibir con claridad la formidable respuesta que estaba dando la institucionalidad democrática hondureña contra los atropellos de Zelaya, avasallamiento que se ha vuelto una constante en Bolivia y en el resto de los países que impulsan procesos autoritarios. Muy distinto, pero igual de fuerte, ha sido el otro golpe que recibió Hugo Chávez el mismo domingo en Argentina, donde los esposos Kirchner, grandes simpatizantes del líder venezolano, recibieron una bofetada electoral que pone freno a un estilo político y a un sendero que estaba conduciendo al país a un estrepitoso fracaso económico y a un enfrentamiento social muy peligroso.
Qué aliviado debe sentirse en este momento el flamante presidente salvadoreño, Mauricio Funes, quien justo a tiempo, tomó la decisión de alejarse de los coqueteos chavistas y optó por un modelo que se acerca más al líder brasileño Lula da Silva, de creciente influencia en América Central. Esto lo decimos, porque ni los golpistas, que salieron inmediatamente del escenario político hondureño para facilitar una transición, ni los proyectos hegemónicos que pretenden emular el modelo cubano, tienen futuro en el continente.
Pese a la actitud tan primaria de los militares hondureños, no se debe desconocer que habían sido las instituciones democráticas las que ya le habían cerrado el paso a Zelaya y en Argentina, han sido las urnas, las que con la misma contundencia, dicen muy claramente que la democracia está aún muy lejos de la derrota.
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