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martes, 21 de abril de 2009


Cuando la justicia llegue o visiones del futuro
Mauricio Aira

Cuando Morales se haya marchado del poder, porque más temprano que tarde tendrá que suceder por más que nos amenaze con quedarse 500 años, las matanzas y los crímenes que están ocurriendo durante su Gobierno serán investigados y sancionados. Dentro de poco se organizarán las comisiones jurídicas para juzgar los delitos cometidos no sólo contra los derechos humanos, sino también los delitos económicos como el saqueo del Tesoro de la Nación, y el endeudamiento externo, entre ellos con Venezuela por sumas exhorbitantes por encima de los 500 millones de dólares, uno por cada año de los reclamados por los originarios.
Cuando Morales se enfrente a la Justicia tendrá que rendir cuenta de los hechos delictivos cometidos por los grupos irregulares conocidos como falsos “movimientos sociales” y formados por sicarios como Juan Camión Quinta, Walker San Martín, Fidel Surco, Sacha Llorenti que utilizaron la fuerza policial (Los delta) y grupos de élite del Ejército (Inteligencia 10 y otros) para asesinar a estudiantes, (La Calancha, Sucre) a mineros (Huanuni) a campesinos, a periodistas (diversos linchamientos) Algunos de los muertos enterrados en fosas comunes, gracias al periodismo independiente serán localizados, desenterrados y finalmente sepultados cristianamente por sus familiares y allegados. Se cumplirá el mismo procedimiento que con los muertos de las dictaduras de Videla, de Pinochet, de Fujimori, incluyendo los muertos secretos de los que nunca antes de la caída de Morales se tuvo noticia.
Cuando estalló el escándalo internacional y descubrió la historia macabra de los asesinatos a sangre fría por órdenes directas de Evo Morales, mellando aún más la imagen de la dictadura ante el pueblo boliviano que por un instante llegó a creer que un gobierno autoritario podía ser mejor que la democracia para combatir el narcotráfico, el contrabando, la corrupción a granel. Es cierto que algunos policías, encubiertos o con los rostros pintarrajeados cumplían las burdas órdenes de ejecución impartidas desde el mismísimo palacio de gobierno, otros se negaban a matar y por ello fueron ignorados en la lista de ascensos, en la repartida de “los bonos de la lealtad”, en los nombramientos oficiales. Fueron los oficiales patriotas y cristianos que fieles con Bolivia y su religión los que echaron a los MASISTAS que como una cangrena ponzoñoza se habían incrustado en el aparato administrativo del Estado creando células por doquier lo que finalmente facilitó su desarme y dispersión, aunque ya todos se habían adueñado de cuanto fue posible de los bienes públicos.
Cuando Evo se enfrente a la Justicia, el juicio será breve y televisado con la presencia de periodistas de fuera y de dentro, con todas las garantías que jamás concedió el mandatario a sus contrincantes a quienes ni siquiera de muertos respetó. Jueces ecuánimes con profunda corrección juzgarán sus actos que provocaron inseguridad pública, delincuencia, distorsión de los valores morales, la mentira como sistema de engaño, en suma el sufrimiento humano desde el momento mismo en que juró a su cargo en el Palacio Legislativo, cuando sobornó a legisladores, destruyó el Tribunal Constitucional, desacreditó a la Justicia, desarmó los partidos y sindicatos, y despreció los derechos básicos de un ciudadano en una sociedad organizada.
Cuando se ponga ante sus jueces Evo tendrá que reconocer su activa participación en los negocios del narcotráfico y la apología incesante a la hoja de coca, a manera de justificar hipócritamente la producción de cocaína, comprometiendo a las Fuerzas Armadas en una política contraria a su esencia ética e histórica, causándoles un daño irreparable, valiéndose de exoficiales como Quintana y San Miguel a los que el Ejército había expulsado de sus filas. Fueron éstos principalmente que mediante chantajes y manipulaciones abusaron del poder que la Constitución les había conferido. Fueron Quintana y San Miguel que postergaron a los probos y capaces, o les dieron de baja para ascender y colocar a sus cómplices e incondicionales en tráfico de armas, en contrabando y narcotráfico y por supuesto en la represión encubierta.
Cuando Evo pretenda esquivar su responsabilidad y echar la culpa de sus delitos a otros subalternos y a los opositores a su régimen, no podrá demostrar que Quintana, García, Surco, Santos y Morales eran cosa diferente, corresponsables en el crimen, en el delito, en la corrupción, unidos por el cordón umbilical no podrían hacerse a un lado y dejar pasar la furia de la justicia que los condenará al oprobio y a las cárceles sin derecho a indulto, con la máxima pena de 30 años.
Santos y Morales, García y Surco, Morales y Quintana es decir todos a la vez, igualmente culpables se enriquecían a manos llenas, eliminaban adversarios, compraban y amedrentaban a los magistrados, copaban las pegas y mediante el soborno y el chantaje, controlaban los medios (aunque jamás pudieron doblegar al periodismo independiente), pero hicieron un festín con los medios oficiales como si se tratase de su propiedad privada, para desprestigiar a sus críticos utilizando plumarios empotrados en senaturías, embajadas y diputaciones.
Para qué buscar más pruebas o esperar más tiempo ante la caída de la legalidad y la decencia de un gobierno que representa a todo el pueblo boliviano, sumido en la prepotencia y la dictadura que ha declarado sin pelos en la lengua “soy ateo, comunista, marxista, leninista y ahora qué” burlándose del pueblo católico al que engañó apareciendo al principio sumiso a la Iglesia y luego escupió a la cara a los obispos que lo libraron de la cárcel, del oprobio, de la justicia. Morales entre marzo y abril, cometió o permitió 22 asesinatos sin contar los 50 anteriores desde su llegada al Palacio Quemado.
Cuando florezca la democracia, que cual lozana flor siempre aflora en cada primavera, protegida del clima de justicia y autoridad que sucederá al caótico período de miedo e incertidumbre que caracterizó su estancia en el poder, gozando del amparo armado de la institución de Irpavi y Miraflores y de los restos de la judicatura que quedaban en pie hasta cuando sus fechorías fueron descubriéndose una a una, y los cuentos del tío, que fueron sucesivos y variados hasta “emborrachar la perdiz” que finalmente se inoculó contra el alcohól y la droga y alcanzó a sobrevivir.
Hubo un grupo que no creyó que la dictadura llegaría a caer, menos aún que de las cenizas de la destrucción masista resurgiría con mayor vigor la democracia y el auténtico pueblo para gobernarse en armonía, en unión, en fraternidad y justicia, sin mayores alaracas que las proferidas por el pequeño grupo de élite que a título de originarios se adueñaron del poder y del ideal de cambio y con tanto vigor que rápidamente llevaron al originario a la cárcel para simpre jamás.
Cuando el originario vaya a la prisión, cuando se dicte la sentencia, cuando los tribunales del mundo entero estén dispuesto a ponerlo a buen recaudo y extraditarlo a Bolivia donde un gobierno auténticamente democrático lo pondrá en Chonchokoro, en celda contigua a García Meza por los siglos de los siglos. Aquel día Bolivia aparecerá en todos los diarios del mundo y no será por la cocaína, ni por la corrupción, ni por crímenes del estado, será por causa de la justicia.

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