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jueves, 27 de marzo de 2008

El Odio
escrito por el periodista y legislador José Antonio Aruquipa (Palabras de Oro)

El odio ha ingresado al Palacio Quemado y ni las milluchadas de los yatiris han podido ahuyentarlo. Ha cobrado vida y ha eliminado todos los residuos de la razón. El odio se ha impuesto a la buena fe, ha proscrito la serenidad, la reflexión y la responsabilidad. Ha tomado con una mano el timón de las decisiones y con otra blande el flagelo de la revancha. Ha decidido destruir en lugar de convencer, imponer en vez de persuadir, atacar en vez de apoyar. Impide el odio aceptar la realidad, aprovechar las oportunidades y reconocer sus debilidades. Ha heredado una administración bendecida por ingresos extraordinarios, pero en lugar de aprovechar esa bonanza se empecina en bloquear a los productores, amedrentar a los periodistas, desbancar a las prefecturas, obstruir las autonomías y destruir las instituciones de la democracia. Las exportaciones de gas se han incrementado de 200 millones de dólares a 2.400 millones en los últimos cinco años por la venta de un volumen tres veces superior al de hace un lustro a precios cuatro veces más altos, precios que han subido por obra y gracia del “salvaje” modelo neoliberal. La minería, que en 2002 se salvó con “cupones de empleo” del Gobierno, goza hoy de las cotizaciones más altas de los últimos 20 años. La deuda externa ha sido reducida a la mitad como efecto de la Ley del Diálogo 2000, las remesas de compatriotas en el extranjero se han multiplicado por cuatro y las reservas internacionales son siete veces más prósperas. ¿Qué hace el odio en estas circunstancias? Se aferra al pasado, reniega sus frustraciones y alimenta la venganza. Podría ceder para permitir que el Presidente baje el puño en alto, abra los brazos y lidere un verdadero proceso de “cambio” que devuelva la paz social, amplíe y profundice la democracia y genere más y mejores oportunidades de trabajo, más y mejores oportunidades de educación. Podría dejar de usar la exclusión como excusa y facilitar una verdadera inclusión. Podría asumir el desafío de gobernar para todos y no para unos pocos. Pero no. El odio ha decidido concentrar sus esfuerzos en la única política coherente del Gobierno del presidente Morales: reelección con nueva Constitución. Y para satisfacer esa pretensión está decidido a la aplicación del lema “coca o muerte” en su variable “Constitución o muerte”, que en realidad es “reelección o muerte”. ¿Puede el odio retroceder para permitir la reconstrucción de lo avasallado en un diálogo que salve al país de la catástrofe y al Gobierno de la autodestrucción? ¿Puede el odio sacarse las vendas de la arrogancia para reconocer y admitir sus equivocaciones? La conciliación propuesta por la Iglesia Católica es una oportunidad que no puede desaprovecharse. Reiteramos que una solución real pasa por la “legalización” de la Constitución “chuta” del MAS. Pero si el odio quiere burlarse nuevamente de la sociedad para usar a la Iglesia como factor de distracción hasta lograr la suspensión de las consultas autonómicas de Santa Cruz, Beni, Pando y Tarija, la oportunidad puede convertirse en razón de quebranto. Debería asumir el odio que quienes juegan hoy con la buena fe del pueblo serán sometidos mañana al juicio implacable de la historia. * Periodista, constituyente por Podemos

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