Urkupiña a las puertas.
Cochabamba se apresta a tomar una pausa para recibir a miles de peregrinos que llegan de dentro y de fuera de Bolivia para rendir culto a la imagen de la Virgen de Urkupiña (Ya la sacaron, ya está fuera) que cobra mayor vigor cada año que pasa. Quillacollo la ciudad industrial y turística debe su prosperidad en gran parte a la fiesta de la Asunción que se celebra regularmente el 15 de agosto, temporada que coincide con la cosecha del abundante fruto de la tierra, que es pródiga y generosa.
Los miles de devotos de la Virgen participan de ritos en que la Pachamama y la madre tierra están presentes, y los sahumerios abundan, los cánticos, las danzas y las ofrendas, especialmente el día de la entrada en que repiten las escenas de la Virgen de Socavón de Oruro, el Gran Poder de La Paz, o Virgen de Cotoca de Santa Cruz. Sin embargo por tratarse del mágico mes de agosto, la celebración es diferente, llena de matices particulares y propios.
En todo caso, la fiesta sirve para renovar la esperanza de poséer la casita propia, capital de trabajo, una familia grande, todos valores positivos que la Iglesia en su papel de Madre y Maestra estimula en todos los creyentes y que juntó antiguas creencias paganas y le dió un sentido cristiano que causa admiración por la forma en que los misioneros llegados a nuestra América pudieron combinar ambas culturas religosas. Mientras yatiris, curanderos y aprendizes de brujos se mantengan a distancia y su faena no vaya más allá de obtener modestos recursos para su subsistencia todo marchará sin problema, por lo demás después de la semana de festejo y jolgorio, todos estarán todavía más pobres, pero con la ilusión renovada en días mejores, de prosperidad y dicha.
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