Madres sin descanso
Los discursos emotivos y las buenas intenciones no bastan si en verdad lo que se quiere es reconocer la importancia de las mujeres y las madres en nuestra sociedad
Nunca está demás reiterar que hoy se celebra en el país el Día de la Madre en Bolivia en homenaje a las mujeres que se enfrentaron a las tropas de Goyeneche en la colina San Sebastián en 1812, hace 205 años, como justo reconocimiento a la hazaña de esas valerosas mujeres comandadas por una invidente y munidas de palos y macanas.
Con ese sentimiento, se puede afirmar que una buena manera de rendir homenaje a las madres es destacando el papel que cumplen las mujeres y madres actuales, núcleo central de la sociedad boliviana, en tiempos en los que su participación en la vida nacional se hace cada vez más fuerte y decisiva, sin que, aún, puedan compartir, como sería lo deseable, las responsabilidades domésticas que la cultura les ha encomendado.
Es decir, se trata, por un lado, de la tradición persistente en nuestra sociedad trasmitida a través de la formación, de su aporte a la estabilidad familiar y, por el otro, a las muchas maneras cómo cotidianamente las mujeres aportan al desarrollo económico, político y social.
Madres muchas veces casi niñas, jóvenes y adultas actualmente se desenvuelven en un escenario de lucha por la igualdad de oportunidades para mejorar sus condiciones de vida y la de sus hijos; que trabajan más de ocho horas diarias sin descanso para llegar a sus hogares a continuar con las faenas hogareñas; que se ven envueltas en medio de parejas violentas, feminicidios y una actitud que aún es poco solidaria de esa sociedad a la que sirve.
De ahí que los 27 de mayo también deben servir para recordar que pese a los cambios registrados sobre la participación de la mujer, la sociedad no termina de asimilarlos. En el campo simbólico, llama la atención que en la mayoría de establecimientos educativos, por ejemplo, se sigan desarrollando tradicionales actos de homenaje a madres que deben acudir a su trabajo y a varios centros educativos en un día que más bien debería estar destinado a un merecido descanso.
Y no se puede perder de vista que muchos indicadores muestran que en el país no terminan de ser eliminadas las condiciones de desventaja en que se desenvuelven las mujeres y las madres. En el área rural del país mueren 64 mujeres de cada 100 por falta de atención médica adecuada; la probabilidad de que una mujer campesina muera por complicaciones derivadas del embarazo, parto o posparto es cuatro veces mayor que los promedios internacionales; cerca al 80 por ciento de las mujeres del área rural da a luz en sus hogares.
Y aunque en las ciudades el panorama es algo mejor, los datos también son alarmantes: sólo un 58 por ciento de las mujeres da a luz en un centro de salud; el 42 por ciento lo hace en su hogar, por lo general en condiciones muy precarias.
En fin, los discursos emotivos y las buenas intenciones no bastan si en verdad lo que se quiere es reconocer la importancia de las mujeres y las madres en nuestra sociedad. También se debe eliminar las condiciones que interfieren en su realización y reconocer y apoyar su inserción plena en la vida nacional.
Nunca está demás reiterar que hoy se celebra en el país el Día de la Madre en Bolivia en homenaje a las mujeres que se enfrentaron a las tropas de Goyeneche en la colina San Sebastián en 1812, hace 205 años, como justo reconocimiento a la hazaña de esas valerosas mujeres comandadas por una invidente y munidas de palos y macanas.
Con ese sentimiento, se puede afirmar que una buena manera de rendir homenaje a las madres es destacando el papel que cumplen las mujeres y madres actuales, núcleo central de la sociedad boliviana, en tiempos en los que su participación en la vida nacional se hace cada vez más fuerte y decisiva, sin que, aún, puedan compartir, como sería lo deseable, las responsabilidades domésticas que la cultura les ha encomendado.
Es decir, se trata, por un lado, de la tradición persistente en nuestra sociedad trasmitida a través de la formación, de su aporte a la estabilidad familiar y, por el otro, a las muchas maneras cómo cotidianamente las mujeres aportan al desarrollo económico, político y social.
Madres muchas veces casi niñas, jóvenes y adultas actualmente se desenvuelven en un escenario de lucha por la igualdad de oportunidades para mejorar sus condiciones de vida y la de sus hijos; que trabajan más de ocho horas diarias sin descanso para llegar a sus hogares a continuar con las faenas hogareñas; que se ven envueltas en medio de parejas violentas, feminicidios y una actitud que aún es poco solidaria de esa sociedad a la que sirve.
De ahí que los 27 de mayo también deben servir para recordar que pese a los cambios registrados sobre la participación de la mujer, la sociedad no termina de asimilarlos. En el campo simbólico, llama la atención que en la mayoría de establecimientos educativos, por ejemplo, se sigan desarrollando tradicionales actos de homenaje a madres que deben acudir a su trabajo y a varios centros educativos en un día que más bien debería estar destinado a un merecido descanso.
Y no se puede perder de vista que muchos indicadores muestran que en el país no terminan de ser eliminadas las condiciones de desventaja en que se desenvuelven las mujeres y las madres. En el área rural del país mueren 64 mujeres de cada 100 por falta de atención médica adecuada; la probabilidad de que una mujer campesina muera por complicaciones derivadas del embarazo, parto o posparto es cuatro veces mayor que los promedios internacionales; cerca al 80 por ciento de las mujeres del área rural da a luz en sus hogares.
Y aunque en las ciudades el panorama es algo mejor, los datos también son alarmantes: sólo un 58 por ciento de las mujeres da a luz en un centro de salud; el 42 por ciento lo hace en su hogar, por lo general en condiciones muy precarias.
En fin, los discursos emotivos y las buenas intenciones no bastan si en verdad lo que se quiere es reconocer la importancia de las mujeres y las madres en nuestra sociedad. También se debe eliminar las condiciones que interfieren en su realización y reconocer y apoyar su inserción plena en la vida nacional.
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