La estrategia de la mentira

Existen diferentes tipos de mentira. Algunas son piadosas, otras buscan dañar con evidente dolo; otras tantas probablemente estén dirigidas a evitar un mal mayor, y también habrá aquellas que denigran. Unas ocultan un hecho y otras inventan una historia para engañar, así de simple.

En Bolivia, la mentira ha cobrado mayor relevancia a raíz del caso Zapata. Luego de su aparición en ATB y de los argumentos esbozados en torno a esta problemática y su vinculación con el 21F, queda claro que el MAS ha implementado con mayor vitalidad una “estrategia envolvente” en torno a posicionar como mentira, todo aquello que no conviene a sus intereses. Ya no se trata únicamente del hijo que hubo y no hubo, o de los negociados con una empresa china y con otras similares no chinas, de las cuales se sospecha trabajaron con la señora. De lo que ahora se trata es de hacer ver con mayor fuerza y luego del caso Zapata, que la derecha o EEUU, utilizan la mentira con el propósito de descalificar al Gobierno. Ese el objetivo. Mostrar que todo lo que se cuestione es falso porque proviene de los enemigos del proceso de cambio. Básico, en política, mientras algunos mienten por ocultar la verdad, otros lo hacen para dar una imagen buena ante los demás. El propósito común es sacar máximo provecho utilizándola como ardid. Si realmente no hubo hijo, entonces se mintió cuando se dijo haberlo visto e incluso haber sido parte de los esfuerzos por su curación en el exterior. La finalidad pudo haber sido dar una buena imagen. Si lo hubo y se tuvo contacto con él, se mintió al negar ese hecho luego de conocerse ciertos episodios. AGL señaló en alguna alocución que no hay que mentir, y que es preferible que a uno le silben o le  jalen la oreja. Evo, en sintonía con esa afirmación, señalaba que siempre la verdad se impone y la mentira acaba rápidamente. Recuerden Uds. que Alighieri en la Divina Comedia reservó el círculo octavo para los mentirosos y  cerca al noveno donde reinaba Satanás. En la lógica de Dante, en ese círculo recalaban quienes mentían y adulaban, razón por la cual merecían todo tipo de castigo por haber engañado a quienes depositaron su confianza.

Un humanista como Montaigne decía en cambio que “en verdad, la mentira es un vicio maldito. Si conociéramos todo el horror y trascendencia de la mentira, la perseguiríamos a sangre y fuego, con mucho mayor motivo que otros crímenes”.

Maquiavelo, recuérdenlo, acuñó el principio de la Virtud Política, que caracterizaba al hombre a fin que éste aprenda a no ser bueno y utilizar “esa virtud” en beneficio propio. El pueblo siempre debe temer al gobernante y éste, debe ser un experto en el Arte de la Guerra. Dos rasgos fundamentales debe poseer: la astucia de la zorra y la fuerza del león. La primera, para reconocer las trampas y, la segunda,  para separar a los enemigos, decía.  El fin justifica los medios tenía ese propósito. Y si para San Agustín la mentira consistía en decir una falsedad con la intención de engañar, Goebbels simbolizaba el arte del engaño a través de aquella con 11 principios.  El de la transposición te planteaba que si no podías negar las malas noticias, debías inventar otras que las distraigan, o el de la orquestación, clave hoy en día: si una mentira se repite suficientemente, acaba por convertirse en verdad. En esa dirección, nunca hubo hijo, todo fue inventado y la derecha y oposición preparan otra falacia mientras el sol y la luna corren riesgo de desparecer sin Evo. Al final, diga lo que se diga, todo sigue siendo una gran mentira.

El autor es abogado.