Dakar y la coherencia de la incoherencia



Agustín Echalar Ascarrunz

Si no hubiera problemas con el agua, si la vida en La Paz fuese como hace dos meses, como lo fue desde que tengo uso de razón. Si todavía no hubiera aprendido que abrir un grifo en la cocina o largar el tanque del inodoro es en realidad un lujo, el Dakar seguiría siendo mucho más que un absurdo.

Una especie de movimientos sociales espontáneos, calientes con la falta de agua, se está preparando en la zona Sur de La Paz para hacerle pasar un bochorno al compañero Evo, que está en su salsa con esta orgía de adrenalina, dinero y cosas peores.

Pero vayamos al grano, aunque uno pudiera ducharse a gusto y por horas, el Dakar en Bolivia es una aberración de marca mayor por los motivos que han sido expuestos en esta columna, incluso ya en años anteriores. Es, en primer lugar, una erogación inaceptable para un país pobre y con tantas necesidades como lo es Bolivia. La lista de los mejores destinos que podrían tener los cuatro millones de dólares que se erogaron este año y los otros seis en los dos años anteriores es enorme, y cualquier boliviano decente la tiene a flor de labios, no es necesario repetirla.

Lo cierto es que ésta es una demostración de que la gente del Gobierno no tiene una idea clara respecto a las prioridades del país y eso es tremendamente grave, más allá de este pinche evento.

Si a eso añadimos que en realidad el Dakar está en las antípodas del discurso del Gobierno, del buen vivir, de la descolonización, del antiimperialismo y de los derechos de la Madre Tierra, no podemos llegar a otra conclusión que sospechar que hay una enorme confusión respecto a los valores que manejan y en los que creen nuestros gobernantes. ¿Tienen una ensalada tan confusa en sus cabezas que pueden hacer conjugar un Dakar con todo lo que pregonan? O se trata más bien de un cinismo sin igual que realmente considera el bien vivir y todos los demás componentes de su ideología una patraña para emocionar e ilusionar a los pobres y a los ignorantes.

El Dakar es una competición de ricos y prepotentes, financiada por grandes empresas capitalistas y que reproduce el último momento del colonialismo europeo en África. Me pregunto ¿cómo se banca esto don Evo Morales? El mismo Evo que en la primera Feria del Libro se atrevió a decir que había libros buenos y libros malos, libros imperialistas y libros liberadores. ¿Qué hace para sentirse a gusto con esto? O mejor dicho, vale preguntarse: ¿cómo funciona su cerebro para poder hacer encajar la imagen que vende de su Gobierno con esta infame fiesta?

Esta comunión es tan tirada de los pelos. Es tan absurdo que un gobierno con las ínfulas y la imagen internacional de Evo apoye y financie esto, que hasta se podría sospechar que algún manejo dudoso en la toma de decisiones permitió la llegada del Dakar a Bolivia. ¿Quién ha convencido a nuestro Presidente de que ésta era una buena idea?
Y, sin embargo, el absurdo visto desde otra perspectiva termina siendo una ficha que encaja perfectamente en este Gobierno; se presenta así como una apuesta absolutamente coherente, porque se trata, ante todo, de un gobierno donde la impostura juega un importantísimo rol. En efecto, el Gobierno no hace lo que predica, es contradictorio por naturaleza y lo ha demostrado en estos años. No en un simple torneo para machos machotes, sino en aspectos trascendentales de la vida nacional, para bien y para mal.
En estos días previos a la invasión de la zona Sur por parte de los dakarejos, el ministro de (In) Culturas y la patética ministrilla del Agua han salido afanosos a denostar a quienes estuvieran protestando por el Dakar y por la falta de agua, con el ridículo argumento pequeño burgués del “qué va a decir la gente”, vale decir el mundo. Ingenuos ¿no? Dice que no llegan a fin de mes en sus despachos.