Presidente, se equivoca al celebrar una victoria sobre la derecha, el imperio y los cooperativistas mineros que osaron confrontarlo. El Gobierno no derrotó a nadie en el manejo de un conflicto que escaló al extremo de segar la vida del viceministro Rodolfo Illanes y de cuatro cooperativistas por el impacto de balas certeras de origen “desconocido”. Bajo su Gobierno gana día a día el capitalismo salvaje, el imperio de la informalidad y sus demandas particularistas, y pierde el sentido común.
La evolución de este y otros conflictos da cuenta de que poco cambió la Bolivia del cambio. Interpela a todos, especialmente a quienes a nombre de los excluidos prometieron sentar las bases de un pacto social de convivencia respetuoso de una nueva Constitución, en su criterio legal y legítima, a diferencia del pasado. Ello significaba que usted y sus aliados ‘C’ (cocaleros, campesinos, cooperativistas, colonizadores –hoy interculturales–, comerciantes populares) pondrían punto final al recurso del bloqueo y la dinamita libertaria de la que muchos se preciaban ser vanguardia. Eso no ocurrió. Persiste el Estado que violenta con más eficacia los derechos fundamentales y se exacerbaron prácticas sociales a las que les vale el derecho de terceros y del vecino.
El bloqueo sigue siendo un ingrediente imprescindible de toda reivindicación que se precie de heroica. Y lo peor, la convocatoria de la muerte termina siendo condición para sellar el ritual que desemboca en un recurrente empate catastrófico. No terminamos de legitimar una institucionalidad estatal capaz de canalizar y resolver los conflictos al margen de la ritualidad anotada. Las demandas e incumplibles pliegos petitorios terminan doblándole el brazo a la autoridad estatal a fuerza de bloqueo y de confrontación violenta de la que usted fue emblema y hoy es detractor al sentarse al otro lado de la mesa. Compulsión a la repetición, dirían los sicólogos. Fatalidad que alimentamos. El del ‘lamento boliviano’, del homenaje de guerras ganadas y perdidas en el discurso demagógico, en la improvisación e ineficiencia.
Hay variantes. Hoy, el conflicto es ‘plurimulti’. Se induce o mira de palco la confrontación social, se divide y ‘prebendaliza’ a dirigencias sociales, se siembra el miedo y acalla transitoriamente las protestas engrosando la lista de tensiones irresueltas. La tragedia representa la impotencia de quienes proclamaron la erradicación del Estado ‘aparente’, es reflejo de la persistencia de la Bolivia con huecos, de territorios vacíos de Estado o favorecidos por la permisividad gubernamental. Lamentablemente, las ‘C’ del MAS encarnan esta realidad y su liderazgo de una década no sirvió para instalar una nueva pedagogía para manejar conflictos, sincerarnos y desmontar nuestros mitos
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