La cobertura del “caso Zapata” se debe a que se ha hecho la denuncia de un posible tráfico de influencias debido a la relación amorosa que hubo entre el Primer Mandatario y una ciudadana de ese apellido y de la cual hubo un hijo, y no por la relación como tal.
La acusación se sustenta en que la ciudadana en cuestión ha sido ejecutiva, sin mayores méritos profesionales, de la empresa china Camce que se ha beneficiado con la adjudicación de contratos del Estado por alrededor de 550 millones de dólares.
De ahí que en la cobertura de este caso se insiste en que la ciudadana fue pareja del Primer Mandatario y tuvo un hijo de él, porque ése es, precisamente, el sustento de la acusación de tráfico de influencias.
Sin embargo, varias autoridades y sus oficiales y oficiosos voceros critican esa elemental referencia, sosteniendo que respondería a un insano deseo de “dañar” al Primer Mandatario. Es tan poco profesional esta acusación que se puede inferir que se trata de desviar la atención ciudadana del tema de fondo, tratando de que un caso de presunto tráfico de influencias sea convertido en un “culebrón” sensacionalista.
Por lo demás, bien harían en comprender las autoridades que el daño inferido a la imagen presidencial ha sido provocado por ellas mismas por el servilismo indigno en que ha caído con ese propósito.
Por lo señalado, mientras no se dilucide en forma trasparente este caso, la referencia a la exenamorada del Presidente del Estado se mantendrá en la agenda pública, si de buen periodismo se trata.
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