Puesto que “El Batán” no es una condición para que Cochabamba sea sede de los Juegos Odesur, lo más razonable es hacer una pausa y dar lugar a un debate sereno y desapasionado
Hace casi tres meses, el 31 de enero de este año, bajo el título “El Batán, un proyecto inaceptable”, expusimos en este espacio editorial, y posteriormente en otros similares, nuestros reparos ante la decisión presidencial de “regalar” a Cochabamba un estadio con capacidad de 60.000 personas para que sea la sede principal los Juegos Sudamericanos Odesur 2018.
Los argumentos que expusimos para respaldar nuestro cuestionamiento a la necesidad y conveniencia de ejecutar ese proyecto contemplaban cuatro aspectos: legales, técnicos, financieros y deportivos.
Desde el punto legal, cuestionamos la manera arbitraria, improvisada y contraria a las normas constitucionales y legales vigentes como se está procediendo. Pusimos en duda la viabilidad los diferentes caminos explorados para expropiar los terrenos necesarios y advertimos que se ponía en grave riesgo uno de los fundamentos básicos de un Estado de Derecho como es el respeto a la propiedad privada. La aprobación de Ley N° 668, cuyos cinco artículos son otros tantos atentados contra los mandatos constitucionales que protegen los derechos de las personas confirmó la validez de nuestros temores.
Desde el punto de vista técnico, cuestionamos la ligereza con que se había elegido el proyecto ganador a través de un muy dudoso concurso avalado por el Colegio de Arquitectos, sin que se hubiera hecho ni siquiera un estudio de suelos ni de impacto ambiental y urbanístico de la obra.
Al referirnos al aspecto financiero del proyecto, expresamos nuestros reparos a la decisión de invertir 60 millones de dólares siendo tantas y tan apremiantes las carencias que sufre nuestro departamento. Pusimos en duda la seriedad de los cálculos que fijaban en ese monto el costo de la obra y advertimos sobre la posibilidad de que ese presupuesto se multiplicara a medida que pase el tiempo, tal como ocurre con Misicuni. El cálculo ya se ha triplicado en sólo tres meses sin que se conozca algún estudio que lo respalde, lo que confirma la falta de rigor con que se está procediendo.
En lo relativo a los beneficios que el proyecto tendría para la actividad deportiva, calificamos como un despropósito el afán de destinar tan enorme suma de dinero sólo para construir “una cancha de fútbol techada y rodeada de 60.000 butacas”. “Al no tener ni una pista atlética (…) ni siquiera serviría para los actos de inauguración y clausura de los juegos deportivos”, decíamos.
Ninguno de esos argumentos ha sido rebatido. Por el contrario, se ha puesto en evidencia la falsedad de la relación entre “El Batán” y los Juegos Odesur 2018, el principal argumento esgrimido para justificar los apresuramientos e improvisaciones.
Todo lo ocurrido durante los últimos meses no ha hecho más que confirmar la validez de las dudas y las expresiones de “defensa incondicional” del proyecto, expuestas en un tono innecesariamente agresivo por dirigentes de algunas instituciones futbolísticas, que no han sido suficientes para despejarlas. En tales circunstancias, y puesto que no es verdad que “El Batán” es una condición para que Cochabamba sea sede de los Juegos Odesur, lo más razonable es hacer una pausa y dar lugar a un debate sereno y desapasionado, única manera de evitar que el proyecto se constituya en otro motivo de frustración regional.
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