El diario bonaerense Página 12 esta última semana ha publicado una entrevista a Evo Morales, que asistió el jueves pasado al juramento y posesión del presidente argentino Mauricio Macri. En la entrevista el presidente del Estado Plurinacional de Bolivia afirmó que le “duele mucho” ver el cambio de vientos en el panorama político de Sudamérica. Agregó que él y Nicolás Maduro se sienten “solos”, aunque “no asustados”. Solos están desde que el presidente ecuatoriano, Rafael Correa, fue obligado a desistir de su postulación a una reelección indefinida. Solos están desde que Dilma Rousseff fue cuestionada políticamente por casos muy evidentes de corrupción en su entorno. Solos están desde que Cristina viuda de Kirchner escupió a las instituciones argentinas y les dio la espalda el día de la transmisión de mando en su país.
Es que estos socialistas del siglo XXI ya están padeciendo los síntomas de una enfermedad incurable que se llama obsesión megalomaniaca, que sólo la soledad política provoca. Luego de que el pueblo venezolano votó democráticamente a favor de la fórmula opositora para que controle los dos tercios de la Asamblea Nacional, infringiendo así un duro castigo al Gobierno chavista; ha aparecido el presidente Nicolás Maduro, declarando con su voz desafiante y deslegitimadora, que la “burguesía opositora” está buscando “desmontar la revolución” y dar “el golpe definitivo contra la patria”. Maduro advirtió también que no va a “permitir que castiguen al pueblo desde la Asamblea Nacional”. Me pregunto: ¿acaso el pueblo no eligió a la Asamblea Nacional? ¿Acaso el pueblo venezolano no castigó constitucionalmente la maldita revolución bolivariana? Esto ya se llama soledad encolerizada, también se llama susto. Maduro está atemorizado por lo que se ve en el horizonte: un referendo revocatorio promovido por el mismo pueblo que fue castigado por el chavismo.
De una manera intrascendente y solitaria, este viernes, tanto Nicolás Maduro desde Caracas, así como el vicepresidente boliviano, Álvaro García Linera, desde La Paz, han convocado en coordinación a los pueblos del mundo y de América Latina a una “contraofensiva integral” para enfrentar a la derecha y resistir con “la articulación, la unidad y la movilización el asedio imperial contrarevolucionario”. Recuerdo estos discursos, allá por los años 90 cuando la izquierda latinoamericana vivía los peores espantos y orfandades, inmediatamente después de la caída del Muro de Berlín; y los escucho ahora cuando han caído los muros del chavismo y el kirchnerismo.
Todo ya suena a soledad y susto en el masismo, sorprendentemente también en sectores opositores muy funcionales al oficialismo. Es así que la peor nota de susto la dio el líder de Unidad Nacional, Samuel Doria Medina; cuando el martes pasado y con cara de pocos amigos, dijo públicamente que ya “no es necesario llevar adelante el referendo” porque de lo contrario Evo “va a ser derrotado de manera muy clara”. Yo suponía que Doria Medina, así como algo más de la mitad de los bolivianos, estaba en la línea de derrotar la opción de la re reelección, pero ahora aparece facilitando los planes ocultos de los oficialistas para “suspender el referendo” hasta que las aguas contrarrevolucionarias se calmen y reponerlo más adelante. El referendo debe realizarse en febrero, porque hay que aprovechar esta ola de calor democrático tan contagiosa y así desmontar legítimamente todos los procesos populistas de la corrupción y el fracaso, con lo cual el muro masista puede terminar caído.
El autor es abogado
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