La verdad es que ver a un desfigurado Carlos Romero irse por las ramas a fin de evitar responder a los cuestionamientos del periodista Fernando del Rincón en CNN, sobre la corrupción en el Gobierno de Evo Morales, resultó, al menos, esclarecedor, más allá de cualquier otra consideración. En el debate de sordos quedó claro que hay corrupción; Romero apenas atinó a disculparla con la cantaleta de que los gobiernos anteriores fueron más corruptos, como si ello fuera una especie de salvación de cara a la historia.
Siempre digo que la peor corrupción es la que denuncia y desaloja la corrupción ajena para imponer la propia. Esto es lo que se puede interpretar después de ver a Romero comparando ‘esta’ con ‘esa’ corrupción, como si el tema fuera quién es más o menos corrupto y no un asunto de no serlo, desde la función de Gobierno. El MAS cambió gran parte de la estructura organizativa del Estado por ‘su idea de país’, por lo que de nada vale acusar al pasado algo que se pudo evitar en el presente. El ministro perdió la compostura y no tomó en cuenta que la razón principal por la que tanta gente votó por Evo Morales y decidió un pase de vereda programática (cuando no ideológica) fue el hastío de lo vivido en el declive de la democracia de pactos (1985-2003) y la esperanza de que lo que se venía, si bien no significaba certeza, al menos dejaba la sensación de que no sería corrupto ni violento.
Al parecer, el masismo no pone en valor lo que significó para sus votantes creer que podía llegar al país un gobierno ‘no corrupto’; reitero, mucha gente abominó sus propias creencias y convencimientos cansada de la corrupción, la impunidad y otras cosas que se repiten en el Gobierno actual, con otros nombres, otros montos, nuevas formas, pero corrupción al fin, por lo que nada parece haber cambiado. Los bolivianos nos acostumbramos a que un tema sin esclarecer sea tapado por el que sigue: el caso Catler-YPFB-Santos Ramírez fue tapado por Papelbol, por el programa Bolivia cambia, Evo cumple; por canchas de pasto sintético, Mutún y Jindal, la planta de Bulo Bulo, los sobreprecios en las carreteras sin licitación, las barcazas y ahora el Fondo Indígena, con más de Bs 1.800 millones ejecutados de 2011 a 2014. Demasiados parecidos para quienes sostenían no parecerse
Siempre digo que la peor corrupción es la que denuncia y desaloja la corrupción ajena para imponer la propia. Esto es lo que se puede interpretar después de ver a Romero comparando ‘esta’ con ‘esa’ corrupción, como si el tema fuera quién es más o menos corrupto y no un asunto de no serlo, desde la función de Gobierno. El MAS cambió gran parte de la estructura organizativa del Estado por ‘su idea de país’, por lo que de nada vale acusar al pasado algo que se pudo evitar en el presente. El ministro perdió la compostura y no tomó en cuenta que la razón principal por la que tanta gente votó por Evo Morales y decidió un pase de vereda programática (cuando no ideológica) fue el hastío de lo vivido en el declive de la democracia de pactos (1985-2003) y la esperanza de que lo que se venía, si bien no significaba certeza, al menos dejaba la sensación de que no sería corrupto ni violento.
Al parecer, el masismo no pone en valor lo que significó para sus votantes creer que podía llegar al país un gobierno ‘no corrupto’; reitero, mucha gente abominó sus propias creencias y convencimientos cansada de la corrupción, la impunidad y otras cosas que se repiten en el Gobierno actual, con otros nombres, otros montos, nuevas formas, pero corrupción al fin, por lo que nada parece haber cambiado. Los bolivianos nos acostumbramos a que un tema sin esclarecer sea tapado por el que sigue: el caso Catler-YPFB-Santos Ramírez fue tapado por Papelbol, por el programa Bolivia cambia, Evo cumple; por canchas de pasto sintético, Mutún y Jindal, la planta de Bulo Bulo, los sobreprecios en las carreteras sin licitación, las barcazas y ahora el Fondo Indígena, con más de Bs 1.800 millones ejecutados de 2011 a 2014. Demasiados parecidos para quienes sostenían no parecerse
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