Aparte de algunos detalles, el hecho de que el territorio boliviano haya sido excluido, a propósito, sin ningún disimulo, del proyecto del ferrocarril entre el Pacífico y el Atlántico, muestra que el país tiene una muy mala reputación.
China, la segunda o quizá primera potencia económica del mundo, aprobó el trazado que ha sido hecho para evitar cualquier contacto con Bolivia, dando una amplia curva por el norte, bordeando los límites de Pando.
Brasil, el país más grande de América latina, el que comparte con Bolivia la más extensa frontera común en Sudamérica, aprobó el trayecto que da aquel giro tan visiblemente forzado para evitar nuestra geografía.
Y Perú, el país que tiene tantas afinidades y un pasado común con Bolivia, también dio el visto bueno al ferrocarril que será un arco esforzado alrededor del extremo norte de Bolivia.
Hay más de dos mapas de la región que se han difundido en medios internacionales, con algunas variantes sobre los puntos de llegada del trayecto en ambos océanos, pero todos ellos mostrando que el propósito de los tres países es evitar, por todos los medios, cualquier posibilidad de pasar por territorio boliviano. Las relaciones diplomáticas con esos tres países no han sido cuidadas.
Si Bolivia parece ahora una colonia china, a juzgar por todo lo que se vende en las calles y todo lo que el gobierno del MAS compra, con todos los motivos y con precios exorbitantes, desde inservibles satélites hasta barcazas que nunca llegan, pasando por todo lo que se pueda uno imaginar, debería tener un embajador de calidad equivalente, pero no es así.
Brasil es el primer comprador de gas natural boliviano, el receptor de miles de bordadores que trabajan en talleres claros y oscuros, mientras nos vende muchas cosas por debajo de la mesa. Y no hay embajadores.
Perú es el país que se beneficia, en la parte sur-oeste de su territorio, del GLP subvencionado, y a cambio nos vende pescados, frutas y verduras, a tal punto que ha creado una dependencia similar a la que soñó el estratega de la confederación. Allí, es como si no hubiera un embajador.
La imagen internacional del país, a juzgar por este incidente, es muy, pero muy mala. Habría que hacer algo por corregir semejante fama.
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