La obsesiva cultura del espectáculo, del presterío, del carnaval, del Dakar, de la Copa del Mundo y ahora del G77, tiene tan entusiasmado al Presidente Plurinacional y su equipo, que no deja tranquilo su avión personal de cuarenta millones de dólares, volando de aquí para allá, buscando donde hay fiesta, cámaras, protagonismo; quemando los dólares y contaminado el espacio aéreo.
De paso por Bolivia (vino de la inauguración del Mundial de futbol en Brasil), presento algunas ideas iniciales para el documento de la cumbre del G77; como siempre: antiimperialismo discursivo y pachamamismo; de valores que se enuncian pero que se incumplen de manera flagrante y abusiva.
Hablo de “el equilibrio entre los seres humanos”, olvidándose que en ese momento estaban cambiado los nombres de los Salones de la Feria Exposición donde se realiza la Cumbre, por respetables nombres incaicos en su espacio geográfico y cultural, pero que impuestos abusivamente echan por tierra eso del “equilibrio”; equilibrio entendido como respeto entre los seres humanos. Luego insiste con ese gastado “acabar con el imperialismo y capitalismo, los enemigos de la humanidad”. Lo que es una aberración, pues nunca antes en Bolivia se practicó un capitalismo tan desbocado y salvaje como se lo hace ahora, sin control ni respeto, por nada ni nadie, sin considerar ninguna ética y ninguna ley.
Ni que hablar del eslogan “vivir bien” y “transitar desde el paradigma del Desarrollo Sostenible al del Desarrollo Integral para Vivir Bien, en el equilibrio y armonía con nuestra Madre Tierra”, cuando vimos apalear a los indígenas en el TIPNIS para abrir una nueva carretera que permita seguir talando los bosques y sembrando coca, y que luego se continúa con la contaminación de los ríos y acuíferos por los químicos, precursores, de la cocaína; sin mencionar la violencia y muerte que esta acarreando el narcotráfico.
Tampoco olvidamos ese capitalismo salvaje de la minería ilegal, que destruye la topografía, los cursos de agua y agujerea por todos lados el cuerpo de la pachamama; con peligro para todo ser viviente, que si no muere desbarrancado, lo hace envenenado con mercurio y arsénico; los químicos que usa esta minería irresponsable y contaminante.
Es el mismo discurso del régimen cocalero, que se viene repitiendo desde hace ocho años y que para justificar el extractivismo de los recursos naturales, proclama: “por encima del derecho humano es más importante el derecho la madre tierra”. Totalmente demagógico, porque los derechos ecológicos, ambientales y humanos, no son excluyentes sino complementarios y forman parte de un todo; del sistema ecológico del planeta tierra, la pachamama, gaia.
Adoptando demagógicamente una pose indigenista, decía hace poco: “debemos debatir cómo implementar el llamado socialismo comunitario, cómo recuperar las formas y vivencias de nuestros antepasados en colectividad, en comunidad, no solamente solidarios con el mismo ser humano sino vivir en armonía con la Madre Tierra, ese debe ser el próximo debate”. Como si apoyar a los indígenas fuera volver al pasado utópico; al contrario nuestra obligación como sociedad y como Estado es mejorar las condiciones de vida de toda la población usando la ciencia, la técnica. Debemos tener en cuenta que la población del país supera los diez millones de habitantes y ya no estamos hablando de pequeñas comunidades rurales, sino de grandes conglomerados urbanos, que demandan más trabajo, agua, comida, energía, servicios integrales y para ello nuevas formas de producción.
Es importante lo que se dice, pero es más relevante lo que se hace y lo fundamental, es que lo bueno que se diga no debe quedar en mera palabrería. Los gobernantes deben entender que lo que la gente ve y siente, son los hechos y no los discursos y que a las personas se las valora por sus hechos, no por sus palabras o sus promesas. Dice el evangelio cristiano, que recoge un profundo saber popular:
Mateo: 16 Por sus frutos los conoceréis. ¿Cógense uvas de los espinos, ó higos de los abrojos? 17 Así, todo buen árbol lleva buenos frutos; mas el árbol maleado lleva malos frutos. 18 No puede el buen árbol llevar malos frutos, ni el árbol maleado llevar frutos buenos. 19 Todo árbol que no lleva buen fruto, córtase y échase en el fuego. 20 Así que, por sus frutos los conoceréis. A buen entendedor...pocas palabras.
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