Y demagogia. No se puede esperar otra cosa de este marchito “proceso de cambio”, carente de iniciativa, de ideas y sobre todo, de resultados. Así transcurrió la celebración del Día del Trabajo en Bolivia, con las señales más claras de la decadencia de este régimen, que también empieza a mostrar signos inequívocos de un agotamiento político que se traduce en miedo y que puede derivar en inestabilidad, un mal crónico de la realidad boliviana.
Los festejos del Primero de Mayo tuvieron una antesala surrealista, un feriado de “urgente creación” para dedicarlo al único delirio simbólico que le queda al Gobierno (“la recuperación del mar”), tras el fracaso de todas las otras ilusiones alimentadas durante los últimos cinco años: “cambio”, “socialismo”, “vivir bien”, “igualdad”, “nacionalización”, “estado integral”, etc, etc.
Sin los alaridos contra Chile del pasado viernes hubiera sido más notorio el fiasco en el que quedó la supuesta “eliminación” del Decreto 21060 que ha sido en realidad, un ademán mediático sin mayores consecuencias jurídicas y menos todavía, repercusiones en la economía nacional, lo que no deja de ser una buena noticia, porque lo contrario hubiera sido llevar al país por un sendero tenebroso de consecuencias catastróficas.
Lo más patético de la jornada dominical fue el acto de celebración del quinto aniversario de la nacionalización de los hidrocarburos, coronado con la determinación de incrementar en un 70 por ciento el salario de los trabajadores de YPFB, medida que también se aplicará a los obreros de las minas bajo administración estatal. Se trata de un premio ( y de una provocación, por supuesto) a los dos únicos sectores afiliados a la Central Obrera Boliviana (COB) que no se plegaron a las protestas de los últimos meses y son también los representantes laborales de las dos actividades que han registrado la mayor caída de producción de los últimos años. En el caso de la minería, la disminución ha sido de casi el 8 por ciento en promedio y 27 por ciento en la minería grande, algo que no se explica debido a los altos precios internacionales de las materias primas y menos en los establecimientos estatales como Huanuni, donde los incrementos salariales han sido exorbitantes al igual que las contrataciones de supernumerarios, pasando de dos mil a cinco mil trabajadores desde el 2006.
En el caso de los hidrocarburos no vale la pena abundar porque es por demás conocido el impacto que tuvo la nacionalización en las inversiones y la producción. Lo más triste es tener que celebrar un evento que destruyó las reservas, minó la producción y que nos ha puesto al borde del desabastecimiento. Algunos cálculos dicen que la explotación petrolera en Bolivia se podría acabar en cuatro años y el gas en diez.
Mientras que el régimen de Evo Morales hace grandes esfuerzos por renovar su “capital simbólico” (Chile) porque los antiguos paradigmas ya no tienen credibilidad, la realidad económica avanza inexorablemente y el MAS no consigue ni siquiera comprenderla y menos intervenir para evitar graves consecuencias. El populismo y la demagogia fueron las herramientas ideales para un Gobierno al que parecía sobrarle la plata para derrochar, repartir cheques e inventarse bonos. Ahora que las matemáticas no cierran, conviene buscar otra fórmula.
Los festejos del Primero de Mayo tuvieron una antesala surrealista, un feriado de “urgente creación” para dedicarlo al único delirio simbólico que le queda al Gobierno (“la recuperación del mar”), tras el fracaso de todas las otras ilusiones alimentadas durante los últimos cinco años: “cambio”, “socialismo”, “vivir bien”, “igualdad”, “nacionalización”, “estado integral”, etc, etc.
Sin los alaridos contra Chile del pasado viernes hubiera sido más notorio el fiasco en el que quedó la supuesta “eliminación” del Decreto 21060 que ha sido en realidad, un ademán mediático sin mayores consecuencias jurídicas y menos todavía, repercusiones en la economía nacional, lo que no deja de ser una buena noticia, porque lo contrario hubiera sido llevar al país por un sendero tenebroso de consecuencias catastróficas.
Lo más patético de la jornada dominical fue el acto de celebración del quinto aniversario de la nacionalización de los hidrocarburos, coronado con la determinación de incrementar en un 70 por ciento el salario de los trabajadores de YPFB, medida que también se aplicará a los obreros de las minas bajo administración estatal. Se trata de un premio ( y de una provocación, por supuesto) a los dos únicos sectores afiliados a la Central Obrera Boliviana (COB) que no se plegaron a las protestas de los últimos meses y son también los representantes laborales de las dos actividades que han registrado la mayor caída de producción de los últimos años. En el caso de la minería, la disminución ha sido de casi el 8 por ciento en promedio y 27 por ciento en la minería grande, algo que no se explica debido a los altos precios internacionales de las materias primas y menos en los establecimientos estatales como Huanuni, donde los incrementos salariales han sido exorbitantes al igual que las contrataciones de supernumerarios, pasando de dos mil a cinco mil trabajadores desde el 2006.
En el caso de los hidrocarburos no vale la pena abundar porque es por demás conocido el impacto que tuvo la nacionalización en las inversiones y la producción. Lo más triste es tener que celebrar un evento que destruyó las reservas, minó la producción y que nos ha puesto al borde del desabastecimiento. Algunos cálculos dicen que la explotación petrolera en Bolivia se podría acabar en cuatro años y el gas en diez.
Mientras que el régimen de Evo Morales hace grandes esfuerzos por renovar su “capital simbólico” (Chile) porque los antiguos paradigmas ya no tienen credibilidad, la realidad económica avanza inexorablemente y el MAS no consigue ni siquiera comprenderla y menos intervenir para evitar graves consecuencias. El populismo y la demagogia fueron las herramientas ideales para un Gobierno al que parecía sobrarle la plata para derrochar, repartir cheques e inventarse bonos. Ahora que las matemáticas no cierran, conviene buscar otra fórmula.
Lo más patético fue la celebración de la nacionalización de los hidrocarburos y el aumento de un 70% al salario de trabajadores de YPFB, como un premio a los dos únicos sectores de la COB que no protestaron contra el Gobierno.
No hay comentarios:
Publicar un comentario